Papeles del Psicólogo, 1999. Vol. (72).

Raúl de Diego Vallejo

Una vez más queremos, desde estas líneas, llamar la atención sobre la especialidad de la psicología que sin duda mayor desarrollo ha tenido en los últimos años. La Psicología del Trabajo, nos atrevemos a decir, ha sido la disciplina psicológica que mayor demanda social y laboral ha tenido en la década que a punto estamos de cerrar. El año que acaba de comenzar conoce sin duda el mayor número de Psicólogos del Trabajo inmersos en el mundo laboral, el mayor número de profesores universitarios en esta disciplina, la mayor popularización de algunos de nuestros métodos.

Si tuvieramos que buscar un hilo conductor a este desarrollo yo diría que ha pivotado sobre dos ejes: un inusitado desarrollo teórico y un expansión de las aplicaciones difíciles de preveer tan sólo hace una década. Todo ello enmarcado en un contexto europeo e internacional progresivo.

Actualmente ya es difícil pensar en un Psicólogo del Trabajo que desarrolle su profesión sin niveles de preocupación agobiante similares a los de otros profesionales. Hoy nuestros expertos se han situado sin ningún complejo a la altura que las organizaciones le estaban pidiendo. Superan el millar los expertos en Psicología del Trabajo y las Organizaciones que ocupan puestos técnicos y hay más de un centenar que ocupan puestos de Dirección en Empresas y en la Administración Pública.

Sin embargo no está todo ganado, tenemos un reto importante en mejorar la calidad de nuestras intervenciones. A medida que avancen los años, la proyección que alcance en el futuro nuestra especialidad ha de depender en gran medida de la calidad que seamos capaces de imprimir a nuestro trabajo.

Por ello, nuestros expertos serán preferidos, o despreciados, frente a los de otras nacionalidades, en función de la calidad de la enseñanza que ofrezcamos, del nivel de la investigación que desarrollemos y de los resultados que se deriven de nuestras intervenciones. La Psicología del trabajo ya hace varios años que ha entrado abiertamente en el durísimo mundo de la competencia. Duro de verdad, porque nos estamos ya enfrentando a sistemas de organización universitaria, de formación de expertos, de sistemás de intervención en las organizaciones, me atrevería a decir a veces mejores que los nuestros, como es el caso de aquellos países de la U.E. que realizan una fuerte selección a la entrada de estudiantes; cuyo nivel de equipamiento para investigación es muy superior al nuestro; cuya enseñanza de postgrado es prácticamente individualizada, basada en la discusión crítica y en el aprendizaje práctico.

Insisto, de hecho importa mucho más la calidad que la cantidad, si es que ésta última no llega a veces incluso a ser perjudicial. Así no parece posible superar airosamente, desde el punto de vista de los resultados de nuestra disciplina, la responsabilidad que tendríamos ante las miles de organizaciones que utilizan cada día nuestros servicios o ven en nosotros un recurso potencial de inestimable ayuda.

Hoy necesitamos ampliar nuestros horizontes, nacionales, formativos, técnicos, teóricos pero no es menos cierto que nuestra imagen profesional se ha visto enormemente robustecida estos años y que hemos consolidado con notable éxito nuestra disciplina y nuestro quehacer profesional.

En efecto, no podía terminar mis palabras sin deciros que nos quedan aún muchas cosas por hacer (en formación universitaria, en entrenamiento de postgrado, en imagen, en tecnología, en presencia social), que mi impresión no es la del que llega a la meta sino la del que acaba de oir el disparo de salida. Y la nuestra es una carrera de obstáculos en el sentido literal del término, el mismo que adquiere en las pistas de atletismo. Por ello aprovecho estas páginas para hacer una llamada a la reflexión y a la participación cotidiana de todos los expertos en el quehacer de una profesión que puede mirar con optimismo al futuro.