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Papeles del Psicólogo es una revista científico-profesional, cuyo objetivo es publicar revisiones, meta-análisis, soluciones, descubrimientos, guías, experiencias y métodos de utilidad para abordar problemas y cuestiones que surgen en la práctica profesional de cualquier área de la Psicología. Se ofrece también como foro para contrastar opiniones y fomentar el debate sobre enfoques o cuestiones que suscitan controversia.

PAPELES DEL PSICÓLOGO
  • Director: Serafín Lemos Giráldez
  • Última difusión: Enero 2024
  • Periodicidad: Enero - Mayo - Septiembre
  • ISSN: 0214 - 7823
  • ISSN Electrónico: 1886-1415
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Papeles del Psicólogo, 1988. Vol. (36-37).




MEMORIA ESCRITA

CARLOS CAMARERO

Notas para la elaboración de una memoria colectiva a través de los editoriales de "Papeles" .

El futuro se resume en cinco puntos: primero, defensa y potenciación de una organización unitaria; segundo, dar prioridad a la formación; tercero, potenciar la investigación aplicada; cuarto, profundizar en la interdisciplinaridad; y quinto, ejercer la profesión con un enfoque comunitario

En los días en que esto escribo se cumplen justamente ocho años del asesinato de John Lennon.

Para quienes echamos la primera pelusa del bigote al compás de sus canciones en que aquella sombra oscura de la habitación donde los más atrevidos terminaban los guateques antes que los dueños de la casa llegasen a una hora prudencial y se hiciera la luz, aquel acontecimiento fue un mazazo. Fue como si el alma de los años sesenta hubiera muerto, ya que no hay que pasar por alto el hecho de que aquellas primeras generaciones de psicólogos habíamos empezado cuando sonaban las canciones de mayo de 1968 francés, cuando éramos tan realistas que pedíamos lo imposible. Aquel imposible que de alguna manera hemos tocado con los dedos.

Atrás quedan largas horas de reflexión, fuertes tensiones con quienes detentaban el poder universitario y político, largos e inagotables días de encierro, un número de gestiones con parlamentarios, políticos, sindicalistas y profesionales. Reuniones interminables y agotadoras, donde se ponía de manifiesto la enorme solidaridad y comprensión que encontrábamos en la rica, esperanzada y bulliciosa etapa de la transición democrática.

Atrás quedaban también manifestaciones bajo la lluvia, eslóganes y consignas que, como las pancartas que eran su soporte, estaban acuñados con nuevos odres llenos del viejo vino macerado en la clandestinidad, y como si se trata de una señal que se espera, el Colegio de Psicólogos nació con la serpentina y el matasuegras, dando vueltas todavía en la vertiginosa embriagadez de nuestro proyecto en la noche de San Silvestre, que alumbraba una nueva década. Los ochenta eran nuestros. Creímos que aquello era un fin, pero sólo era un punto de partida.

Creímos que los modelos se agotaban en lo existente. Creímos, como John Lennon, que un solo esfuerzo de imaginación hacía una hermandad de hombres, que sólo era preciso imaginar a todo el mundo compartiendo todo el mundo.

Estábamos culminando una época de acontecimientos adversos: recrudecimiento de las relaciones entre las superpotencias, el ascenso de las dictaduras sudamericanas con su secuela de terror y muerte, la invasión de Afganistán, el terrorismo en Europa.

Inmediatamente después, la reciente y flamante Constitución, cuyo décimo aniversario ahora se cumple, salía a duras penas de las pruebas a la que era sometida por el terrorismo, el 23-F, el fuerte incremento del paro y la crisis económica, las presiones de los bloques con la entrada en la OTAN al fondo...

Sin embargo, el primer año de la década era el primero de un proyecto profesional de futuro, que como el país saldría adelante, con dificultades, pero era una realidad que había que llenar, que hacer día a día.

En aquel entonces las dificultades eran de todo tipo: faltaba local, personal, infraestructura, coordinación. Existía una Comisión Gestora de una Coordinadora, embrión de todo lo demás... Faltaban medios para enfrentarse a lo que para los psicólogos entonces era un peligro claro: el poder médico. Nuestros discursos estaban repletos de un marcado anticorporativismo porque los modelos existentes no daban la medida a nuestro proyecto. Nos enfrentábamos a la guerra de las distintas escuelas psicológicas que se ofertaban casi como visiones mesiánicas y mágicas superadores de todos los males, cuyo contenido teórico y práctico provocaba el desprestigio de la profesión entre la población. Hacíamos una crítica despiadada de las facultades, de sus enseñanzas, de la falta de rigor de los profesores para poder transmitir conocimientos que impulsaran una profesión de base científica.

Asumíamos entonces también la escasa fuerza que como colectivo teníamos para enfrentarnos a los distintos peligros sociales que acorralaban al ciudadano: la crisis de la sanidad, el paro, el fracaso escolar, las drogodependencias, la tensión del tráfico, el consumo desmedido de medicamentos, en definitiva, la falta de salud mental.

El flamante Colegio Oficial de Psicólogos se ofertaba públicamente a colaborar en todo aquello que sirviera para mejorar la calidad de vida de todos, con los poderes públicos y privados, a mejorar los planes de enseñanza, a reformar la sanidad y los servicios psiquiátricos, a reforzar profesionalmente los servicios sociales; se ofertaba como una institución abierta, democrática, responsable, dinamizadora de la profesión. Era el punto de partida de un futuro de una profesión que había de crearse entre todos, con unos contenidos teóricos y organizativos, de acuerdo con las necesidades de las personas y de nuestra sociedad democrática.

Eran aquellos primeros números de donde se prodigaba análisis de problemas y propuestas de experiencias incipientes. Era el análisis de una realidad que se configuraba como un problema sociopsicológico.

Los títulos de algunos artículos que aparecieron entonces dan la dimensión exacta de ello. Veamos por ejemplo: , , , ...

Por otro lado, se aportaban reflexiones a modelos recién estrenados de actuación profesional: , , , , , y así un largo etcétera que se haría interminable.

Al no existir órganos de selección eficaces y oposiciones que objetivamente dieran el puesto de trabajo al mejor, nos hacíamos eco de las situaciones de enchufismo. Estrenábamos la defensa de la profesión pro medio de la denuncia, de publicar anuncios y manifiestos que ponían en evidencia los entresijos de esta o aquella contratación fraudulenta, de otra no ajustada a derecho o simplemente de personas sin la titulación debida.

Pero la realidad de nuestra profesión era problemática, según nos arrojaban los datos de los primeros estudios propios. La cifra más reveladora de éstos no era precisamente la del número de profesionales en paro, que siendo grave, lo era aún más el hecho de que menos el 50% de los psicólogos colegiados se dedicaban a la psicología como actividad principal en unas condiciones laborales lamentables, y cuyos contenidos hacían descender ese porcentaje por debajo del 30% para aquellos que eran específicamente psicológicos, contrato normalizado y retribuciones similares a otros profesionales. Y citábamos el artículo 35 de la Constitución como arma arrojadiza, esa misma Constitución que ahora cumple diez años, esa misma de los tres millones de parados, la misma en fin, que nos hace iguales ante la ley.

Las tasas de paro eran alarmantes y la cobertura de Seguridad Social era escasa, las últimas promociones de psicólogos arrojaban una tasa de desempleo por encima del 90%.

Pero el análisis no acababa ahí. Criticábamos Congresos de Sociedades Científicas que dormitaban mirándose el ombligo académico y para dar luz sobre lo que pasaba en nuestra Universidad citábamos a Heráclito (), sin estar muy seguros de que acertábamos a calibrar las sórdidas escaramuzas que tenían lugar en las aulas, pero si de que aquello que ocurría no tenía nada que ver con la implantación de un modelo científico de psicología. Se nos negaba la voz porque aportábamos una visión aplicada, profesional, ... La academia estaba en otra realidad, por encima de ella; en definitiva, fuera de la realidad profesional y social. Iba por unos derroteros que no tenían en cuenta las nuevas tendencias, las demandas emergentes.

Así el Colegio se convirtió en una organización que estaba adaptada para asumir la tarea de analizar la realidad de la psicología, de avanzar en la reflexión válida que aportara urgentemente el contenido científico-profesional que el profesional estaba necesitando.

Se comenzó a plantear la realización de un Congreso que diera la visión que faltaba.

De esta manera se fueron aportando experiencias, ideas, reflexiones, análisis, conocimientos, métodos, caminos prácticos a las distintas áreas de aplicación de la psicología: la escuela, la salud, la seguridad vial, la reforma psiquiátrica, los servicios sociales, el trabajo, la empresa, los equipos multiprofesionales, el deporte, los gabinetes psicopedagógicos, la psicología comunitaria, etc.

Rompíamos con la tradicional división de las tres ramas clásicas que encorsetaban la práctica y la realidad profesional.

Pero también hacíamos análisis políticos, nos situábamos ante la realidad sociopolítica porque queríamos estar también conectados con la emergente diversidad democrática, porque nos considerábamos parte del cuerpo social con un enfoque distinto y con un bagaje teórico diferente a otros modelos de análisis. Nos enfrentábamos con ello dando voz en la revista a los partidos políticos y hacíamos votos por el futuro y apostábamos por determinados planteamientos progresistas y proponíamos un nuevo modelo de Colegios Profesionales, con un Código Deontológico que fuera de control público y unas demandas profesionales sociales que daban una dimensión nueva al planteamiento corporativo trasnochado.

Y saludamos con alborozo al nuevo Gobierno que emergía en buena hora, allá por octubre de 1982, parafraseando a Miguel Ríos en aquella canción entrañable y generacional:

Sin duda nuestras esperanzas estaban influidas por variables intervinientes que más tarde modificarían ciertas hipótesis de trabajo.

Se elaboró un Estatuto de la Profesión y del Colegio que nunca fue aprobado por los distintos gobiernos que se sucedieron desde entonces: el desarrollo del Colegio estuvo amenazado por una Ley de Colegios Profesionales que tampoco se promulgó. Se dejó intacto el poder de los Colegios que tradicionalmente lo ejercían y no se promocionó ningún nuevo modelo democrático.

Seguimos con todo posicionándonos ante actuaciones de los gobernantes que pudieran afectarnos. Así, por ejemplo, hablábamos de la necesaria reforma de la Sanidad hacia un modelo que se basara en el análisis de todas aquellas situaciones y contingencias que se dan en el medio y que son productoras del comportamiento de los individuos y de los organismos, introduciendo programas interdisciplinarios de actuación en el entorno social a fin de conseguir eliminar aquellas que provocan la enfermedad. Abogábamos por un debate no hegemonizado por los poderes médicos, los cuales por aquel entonces se quejaba de la Ley de Incompatibilidades: «Dichosos los médicos -decíamos ingenuamente- que pueden protestar porque se les aplica esta Ley. ¡Cuán dichosos serían miles de profesionales y trabajadores si les tuvieran que aplicar una ley como ésa!; señal de que tenían varios empleos donde desarrollar sus conocimientos y habilidades».

Pero también nos enfrentábamos con los Planes de Estudio y la formación universitaria y abogábamos por una escuela pública de calidad con intervención de equipos multiprofesionales donde cupiera el psicólogo. Elaboramos criterios generales y específicos para algunas leyes que se debatían en el Congreso: Ley de Integración de Minusválidos, Ley de Bases de la Sanidad, Ley de Colegios Profesionales, Reforma Psiquiátrica, Reforma Universitaria, Ley de Educación, etc.

Se realizó el I Congreso del Colegio Oficial de Psicólogos, donde se dieron cita 2.000 profesionales bajo los eslóganes y aquel que rezaba , con la Presidencia de Honor ostentada por SS.MM. los Reyes de España. Era la presentación en sociedad de aquel adolescente que todos querían: el Colegio. Fue un esfuerzo increíble, pero era un paso de gigante el que se daba en la profesión, en su ordenamiento, en su presencia pública, en su reconocimiento, en su nivel de reflexión, en la seriedad de sus planteamientos.

La psicología española ha cambiado drásticamente en todos los aspectos: hay una producción teórica e investigadora cualitativa y cuantitativamente importante, existe una productividad social y aplicada medible en la cantidad de puestos de trabajo que son ocupados poniendo en práctica modelos propios y además hay una gran productividad científica y tecnológica para poner a punto técnicas a instrumentos de intervención.

Se pone de manifiesto la maduración que se había producido en todas las áreas y el enorme esfuerzo que se estaba haciendo para construir sobre la realidad, con validez teórica y ecológica, superando viejos dualismos entre teoría y practica, que más tenían que ver con una visión aristotélico-tomista de la Universidad que con la realidad de la práctica profesional, que cada vez más exige una compatibilización entre investigación e intervención.

Se puso igualmente de manifiesto que el concepto nada tenía que ver con el de nivel de vida, que machaconamente nos introdujo la sociedad de consumo y que era el resultado del desarrollo y educación personal, así como de las condiciones físicas y ambientales vitales. La conceptualización de la calidad de vida adquirió para los psicólogos una gran preponderancia como objeto social y científico, así como objeto de conocimiento de las ciencias humanas.

Aquel fue el final de una etapa y un nuevo reto para el futuro.

¿Cuál era ese futuro que se proponía el Colegio construir? Se resumen en cinco puntos de un proyecto antiguo que seguía desarrollándose: primero, defensa y potenciación de una organización unitaria; segundo, dar prioridad a la formación; tercero, potenciar la investigación aplicada; cuarto, profundizar en el trabajo interdisciplinario, y quinto, hacer una práctica profesional bajo un enfoque comunitario.

Un aspecto muy importante que debemos realizar dentro de este memorándum es el enorme esfuerzo por conectar el Colegio y la profesión con organizaciones internacionales, asociaciones profesionales y científicas y por participar en reuniones, congresos y conferencias donde se ha dejado oír la voz de los psicólogos españoles. Ahí están los proyectos internacionales para el futuro inmediato a celebrar en España como resultado de ese esfuerzo desplegado: el Congreso Interamericano de Psicología en 1992 y el XXIII Congreso de Psicología Aplicada en 1994.

Un asunto recurrente de estos años ha sido, como ya quedó dicho, la no aprobación de los Estatutos. Los editoriales de lo han reflejado permanentemente, siempre lamentándose de la falta de comprensión e interés del Gobierno. Así podíamos leer, en un balance entre luces y sombras, lo que sigue: «En resumen, un Gobierno democrático y progresista condena a una asociación con más de 14.000 (entonces) afiliados a funcionar en precario y en condiciones "ademocráticas", al carecer de unas normas que regulen su funcionamiento interno, por razones que no están nada claras, y que, en cualquier caso, son inadmisibles». Todavía resuenan las voces de la última manifestación ante el Ministerio de Educación y Ciencia, a pocos metros de la madrileña Puerta de Alcalá (), sobre este mismo tema. Siempre se hizo alusión gráfica de lo que pasaba con un partido de tenis entre ministerios implicados.

Todo ello no ha impedido el desarrollo normativo interno y el funcionamiento democrático del Colegio, así como su descentralización territorial, creación de estructuras intermedias, renovación de las Juntas Rectoras y de la Junta de Gobierno etc.

El asunto más importante aparecido casi en cada número de la revista ha sido el del paro y el subempleo dentro de la profesión. Siempre se tenía como referencia -recurrente también- el paro general del país, lo cual, evidentemente, no consuela a nadie. Se han dado datos del número de profesionales que superaban, con mucho, la media europea, se han barajado las cifras de titulados que cada año ingresa en ese incierto mercado. Se ha hablado de y se han formalizado estrategias para el empleo. Se han diseñado desde la revista modelos comportamentales para no caer en las , es decir, para salir del círculo vicioso de pensar que el mercado de trabajo propio pudiera estar saturado. Se han dado razones para evitarlo. Se ha dado permanentemente noticia de cuantas convocatorias a puestos de psicólogos han sido convocados: AISNA, INEF., INSERSO. Tribunales de Familia, Comunidades Autónomas Telefónica, Centros de Reconocimiento de Conductores, etc. Muchos de esos campos han sido promocionados por el propio Colegio.

Un asunto que acaparó la atención de los últimos editoriales de fue el del IVA. Este tema aún no está resuelto, ya que se encontró con el rechazo del Ministerio de Sanidad y Consumo de considerar al psicólogo como profesional sanitario, única vía que se dejaba abierta para ser contemplada su resolución.

Con todo, y haciendo un balance de los 35 números que se han publicado, analizando los editoriales de los mismos, observamos que los ochenta han sido unos años (que aún no han concluido) importantísimos para la profesión, para su desarrollo y extensión, para encontrar señas de identidad, para darla a conocer, para poner en común conceptos y delimitar contenidos, para abrir nuevos campos de investigación y de intervención.

Es, sin lugar a dudas, la década del psicólogo, de la definición de su papel social. Esperamos que la nueva etapa de la revista que se abre pueda ser reflejo de la afirmación de lo hecho y de la apertura de nuevas perspectivas para el futuro que, como alguien ha dicho, está al caer (si no lo ha hecho ya mientras escribíamos estas notas).

Una vez publicada la revista, el texto integro de todos los artículos se encuentra disponible en
www.papelesdelpsicologo.es