Psychologist Papers is a scientific-professional journal, whose purpose is to publish reviews, meta-analyzes, solutions, discoveries, guides, experiences and useful methods to address problems and issues arising in professional practice in any area of the Psychology. It is also provided as a forum for contrasting opinions and encouraging debate on controversial approaches or issues.
Papeles del Psicólogo, 2002. Vol. 22(83).
Marino Pérez Álvarez* y Pablo Livacic Rojas**
*Universidad de Oviedo (España). ** Universidad de las Américas (Chile)
El presente trabajo analiza las características de la psique europea y sus influencias en el desarrollo de la psique angloamericana y latinoamericana. Este análisis de la psique americana se realiza de acuerdo con la psicología cultural de los pueblos. Se realiza, a su vez, una evaluación de las características de la psique latinoamericana proponiendo desafíos y tareas sobre las bases de una psicología científica. Finalmente, se establece el quehacer de la Psicología hispanoamericana en su propio contexto cultural.
This paper analyses the characteristics of the European psyche, and its influences on the development of Anglo-American and Latin-American psyches. This analysis of the American psyche is carried out taking into account the cultural psyche of the different countries involved in the study. Within the framework of the scientific psychology, the characteristics of Latin American psyche are assessed, and current challenges and tasks discussed. Finally, the main tasks of Latin American psychology are presented, paying special attention to the cultural context of the countries.
Los desafíos que se van a señalar para la psicología latinoamericana se fundan en su propia ‘psicología de los pueblos’ y se proponen sobre la base de una psicología científica. Así pues, se hace valer la distinción que ya está en los orígenes de la psicología moderna, si se toma a Wilhelm Wundt como partida, entre una psicología de los pueblos (la psicología cultural) y una psicología científica (mayormente, la psicología académica). De acuerdo con lo mejor que pueda ofrecer la Psicología científica, se señala aquello que podría convenir más a la situación de América Latina. Se trataría de cambiar lo que hay que cambiar sin arrasar con el suelo de la psicología cultural de sus pueblos. Finalmente, se reivindica la afinidad entre la psicología latinoamericana y la española a fin de crear una espacio para la psicología de los pueblos latinoamericanos.
ESTRUCTURA DE LA PSIQUE OCCIDENTAL
La estructura que la psique occidental ha ido adquiriendo ha sido a su vez "telón de fondo" para la cultura latina y angloamericana, que son de origen europeo. Es importante una tal declaración para situar el tema en la raíz, en vez de andar por las ramas desde el principio. Dicho esto, se añadiría que la psique occidental se ha formado según una estructura tripartita, cuyas partes serían el sentimiento, el pensamiento y la voluntad, conformando un todo, de las que, de acuerdo con Oswald Spengler (1917/1993), ningún psicólogo puede salir. Similar ‘tectónica de la persona’ expone Ortega en su escrito Vitalidad, alma, espíritu, de 1924. Aunque no se corresponden puntualmente con las de Spengler, vendrían a ser equivalentes. La vitalidad sería la voluntad (corporalmente arraigada), el alma sería el sentimiento (emociones y deseos y, por tanto, la excentricidad de la persona) y, por su parte, el espíritu tendría tanto de pensamiento como de voluntad.
De todos modos, quien con más claridad ha expuesto esta estructura de la psique europea fue Salvador de Madariaga, en Ingleses, franceses, españoles, de 1929, una auténtica psicología de los pueblos europeos. Sobre el sistema idea –sentimiento– fuerza común a todos, Madariaga perfila el modo característico de darse en cada uno de esos pueblos, lo que funda a la vez la norma moral, la clave de sus emociones y el motor de sus actos. Los sistemas característicos de cada cultura estarían marcados por el predominio de uno de esos constitutivos que Madariaga cifra así: para el español sería el honor, para el ingles el fairplay y para el francés le droit, difíciles de traducir en su sentido cultural. Haciendo abstracción de las finas especificaciones de Madariaga, se diría que el honor es pasión, el fairplay es acción y le droit es pensamiento. La pasión caracterizaría al español más que la acción y el pensamiento, la acción al inglés y el pensamiento al francés. En cuanto al equilibrio individuo/sociedad, la sociedad se subordinaría al individuo en el español, un equilibrio simultáneo se daría en el inglés y un equilibrio previamente organizado se daría en el francés.
LA PROYECCIÓN DE LA PSIQUE EUROPEA EN AMÉRICA
La psique europea se proyecta en América y se reconfigura finalmente de dos modos: al modo anglosajón y al modo latino.
La psique angloamericana se forma en aras de un imperialismo depredador, que va configurando un nuevo imperio con su independencia (equivalente a la Revolución Francesa) y proceso de modernización, llevando al máximo el legado de la Ilustración por lo que se refiere a la razón instrumental e incluyendo el romanticismo que la Modernidad también implicaba. La historia de EEUU impresiona como un proceso milenario concentrado en cuatro siglos, desde los tiempos de los colonos (donde la necesidad y el puritanismo impedían cualquier lujo), pasando por revoluciones, la implantación de la democracia en época todavía del antiguo régimen europeo, guerra civil, la industrialización, el crisol de razas, hasta tiempos en los que el capitalismo convierte los lujos en necesidades. La "historia de EEUU es, esencialmente, un relato de dificultades que se han superado mediante inteligencia y talento, mediante la fe y la fuerza de voluntad, gracias al coraje y la persistencia", dice Paul Johnson (1997/2001) en su historia de la gente norte-americana. Si hubiera que caracterizar en una palabra la psique angloamericana, sin repetir la acción de partida, ésta sería probablemente pragmatismo (acción cuyo deporte es el trabajo), respecto del cual se ordenan el sentimiento y el pensamiento.
Por su lado, la psique latinoamericana, se forma en aras de un imperialismo civilizador, fundador de ciudades a imagen de la metropoli, que no sólo no llegaría a ser un imperio sino que el imperio fundador se hundiría en el trance. Las vicisitudes históricas serían bien otras que las angloamericanas. Para empezar, el imperialismo español estaba presidido por la religión católica, con lo que supone de contra-reforma, (manteniendo las estructuras jerárquicas y la mediaciones sociales), diferente de la reforma protestante que ‘protestaría’ a la autoridad y aboliría los intermediarios entre los individuos y Dios. En la religión protestante, no es ya que el espíritu sople a cada cual, sino que Dios estaría bíblicamente inscrito en el alma de cada uno, ésta es la esencia de la religión estadounidense (Bloom, 1992/1994), que tanto habría de influir en su etnopsicología (el inconsciente, el crecimiento personal, la autoeficacia, la autoestima, por citar conceptos caros a distintas concepciones psicológicas americanas).
Por lo que a España se refiere, en la actualidad, parece que ha enganchado su vagón al tren europeo, dándose al menos un estándar de vida a la altura de los tiempos que corren. Tocante a la psicología, está sin duda en el primer nivel de la psicología europea. Otra cosa es que la psicología académica, en particular, haya importado en demasía, psicología pre-fabricada, mayormente de origen anglosajón (ése es el problema que puede tener también la psicología latinoamericana).
LA PSIQUE LATINOAMERICANA
En relación con la historia e identidad latinoamericana, ésta tendría sus propias vicisitudes. De acuerdo con el análisis claro y distinto de Larraín (1996), habría una primera síntesis cultural, resultante del encuentro original entre la cultura española y las culturas indígenas (fuertemente influido por la religión católica), con lo que implica de autoritarismo político y recelo de la razón científica. Después vendría la crisis de la independencia y una nueva síntesis cultural, tratando de incorporar el liberalismo y el positivismo reinantes en Europa.
Según escribe Octavio Paz (1974), esta época "inauguró la desolación que ha sido nuestra historia desde el siglo XIX hasta nuestros días". Esta época, de más de cien años de soledad, hará proliferar explicaciones acerca del por qué de la desolación. Larraín (1996, 2001) distingue dos, una dada por el movimiento indigenista y el hispanismo y otra, después de la crisis de los años setenta, consistente en un indigenismo de tintes postmodernos. En su exposición, este autor, desvela y refuta convincentemente lo que tienen estos movimientos de esencialismo y ceguera histórica, incluyendo la falta de visión al futuro respecto a lo que tiene la historia de proyecto y tarea que hacer, de construcción práctica y no meramente de discursos.
Bajo este prisma, pareciera ser que la identidad latinoamericana estaría por definirse en el doble sentido de explicar cuál es y de llegar a ser la que sea. Algunas características que compartirían en diferentes grados los distintos pueblos latinoamericanos en la conformación de su psique actual serían:
1. Clientismo, tradicionalismo y sociedad civil débil: Este rasgo se refiere a que las personas para ajustarse a las condiciones existentes en la vida social y laboral lo hacen "por intermedio" de la influencia de personas conocidas en distintos ambientes e instituciones, con lo cual, eludirían la aparente normativa vigente. Este mecanismo surgiría y se reforzaría vinculado a condiciones de percepción permanente de no poder modificar el entorno (síndrome de desesperanza aprendida), transformando las constantes frustraciones en fatalismo, dando cuenta de lo que Martín-Baró propone como indolencia. Esta caracterización de indolencia no se agota en decir que el latinoamericano sea apático, flojo, perezoso o que no se afecte o conmueva fácilmente (que diría el diccionario), sino que implica toda una calificación de ‘los pueblos latinoamericanos’, como "sumidos en una siesta forzosa, un estado de duermevela que los mantiene al margen de su propia historia, sujetos obligados de procesos que otros determinan, sin que la semiconciencia de su situación le permita crear otra cosa que sobresaltos esporádicos como quien cabecea para no caer totalmente dormido" (Martín-Baró, 1987/1998, p. 75).
2. Fatalismo, exclusión y solidaridad: El fatalismo latinoamericano, base de su indolencia, habría que examinarlo de acuerdo con la triple vertiente de las ideas, los sentimientos y los comportamientos (la psique occidental), señalándose contenidos tales como la predestinación y el ‘nada qué hacer’ (en las ideas), la resignación y la aceptación (en los sentimientos) y la pasividad y el presentismo (en los comportamientos). Los estudios sobre este fatalismo, revisados por Martín-Baró, muestran que es tanto una actitud real de las personas como un estereotipo que se les atribuye y que ellas mismas asumen. Se trata, pues, de una estructura psíquica "continuamente causada y reforzada por el funcionamiento opresivo de las estructuras macrosociales" (p. 90). Este fatalismo cumpliría una función adaptativa, psicológica, y a la vez una función política, ideológica, como interiorización de la dominación social, lo que impide el cambio a costa de la indolencia (Martín-Baró, op. cit). En tal sentido, las personas se sienten marginales y excluidas del orden existente, lo que generaría en mayor probabilidad una búsqueda de contacto y apoyo en los otros miembros del grupo social, comportamiento valorado y reforzado por la religión. Es interesante añadir que un cierto fatalismo conservador también se ha encontrado en la personalidad cultural española (Pelechano, 1991).
3. Religiosidad: La religión católica mantiene la autoridad y las estructuras sociales (familia, parroquia, feligresía, ceremonias), no ya como acto negativo de compensar el individualismo y dar muestras de no haber sido abandonado por Dios (en el sorteo de la salvación), sino como acto positivo de formar parte de una comunidad ganándose la salvación junto con los otros. Más aún, la contra-reforma católica reforzaría la forma de vida de la cultura del Barroco, conservadora y dirigida (Maravall, 1975), dificultando la Ilustración y consiguientemente los procesos modernización. En términos skinnerianos, la diferencia estaría en que la religiosidad fortalecería la conducta supersticiosa (realismo mágico), en detrimento de la conducta operante (realismo empírico), lo que haría propicia la disconformidad y malestar desarrollado cíclicamente.
4. El malestar de la cultura: Hay estudios que indican que, a pesar de los esfuerzos realizados por las diferentes políticas gubernamentales y planes de desarrollo económico, la gente exhibe altos niveles de stress, infelicidad y endeudamiento asociado a condiciones de polución y congestión en las ciudades así como por la delincuencia creciente.
5. Consumismo, ostentación y fascinación por lo extranjero: Debido a la modificación de los sistemas de producción y desarrollo económico adoptado en la sociedad latinoamericana ha existido una mayor apertura al intercambio de bienes. No obstante, el aporte de Latinoamérica ha sido más bien de exportación de materias primas e importación de productos elaborados, instancia que ha propiciado el aumento del consumismo, endeudamiento estatal e individual, búsqueda de objetos valorados socialmente (con apoyo de los medios de comunicación en la elaboración artificial de necesidades), así como una valoración de lo proveniente desde fuera de sus fronteras como de mejor calidad y nivel. Esto ha traído entre alguna de sus consecuencias una desvalorización del consumo de productos internos (afectando las industrias nacionales), así como la "aparente mejora en la calidad de vida". Lo anterior repercute además en la cronificación del desempleo y el desgaste emocional y social que esto conlleva.
Lo que se está viendo en América Latina es que la imparable modernización se está llevando de una forma salvaje, donde la economía llega a ser un sistema funcional autónomo de la política (Larraín, 1996, p. 242), el consumismo consume a la gente (Moulian, 1998) y, en fin, todo está ‘patas arriba’ (Galiano, 1998). Se da la circunstancia de estar en la cresta de la ola moderna sin tener el mar de fondo de la modernidad. Como dice el sociólogo chileno Fernando Villegas (2002), "el modelo latino no es sino la versión en ritmo de salsa del modelo universal de sociedad que ha superado la etapa tribal, pero sin ingresar aún a la modernidad". La paradoja es que se sufre de los problemas propios de la ‘cultura postmoderna’ sin haber pasado por la modernidad. La ultraparadoja sería estar en la postmodernidad, siendo que es la ideología del capitalismo postindustrial que no se tiene.
6. Mediatización de la cultura y eclecticismo: Uno de los efectos principales que ha tenido la globalización en los últimos veinte años ha sido el acentuado desarrollo y expansión de los medios de comunicación, lo que ha generado una influencia significativa en el transformismo permanente de las culturas al verse influenciada permanentemente por hechos que ocurren en culturas y contextos alejados espacio-temporalmente.
7. Autoritarismo, pseudodemocracias, legalismo: El autoritarismo es un comportamiento que se ha mantenido desde la época colonial. La figura de la autoridad se aprecia en diferentes ámbitos de la vida social como la acción política (véase la frecuencia de gobiernos militares y golpes de similar índole en los últimos treinta años), la influencia de la iglesia, las fuertes diferencias de clases sociales y el acentuado "legalismo administrativo" (que más bien es un lastre burocrático) que lentifica los procesos de desarrollo y refuerza las conductas indolentes.
Estas contingencias ejercen influencias poderosas en los círculos de poder económico y político (reducido a escasos grupos) dañando la emergencia de nuevos procesos de diversa índole (vida cultural, investigación científica mejora de la enseñanza) y reforzando la pasividad agresiva como un rasgo propio de la psique latinoamericana. Por lo hasta aquí expuesto, la psique latinoamericana establece la relación del "individuo con el mundo" según una ‘circularidad tautológica’, afín a la modernidad barroca, diferente de la ‘circularidad dialéctica’, más propia de la modernidad ilustrada.
Los estudios han puesto de relieve otros aspectos diferentes entre la psique latinoamericana (indolente) y la angloamericana (pragmática), tal como vienen dados por las dimensiones individualismo/colectivismo, baja/alta evitación de la incertidumbre, menor/mayor distancia jerárquica y masculinidad/feminidad (Zubieta et al.,1998), en el sentido siguiente. El latinoamericano en relación con el angloamericano es menos individualista (y por tanto más cohesivo socialmente), tiene alta evitación de la incertidumbre (y por tanto poca exposición al riesgo y el ‘contacto con las contingencias’), se sitúa a mayor distancia respecto a la autoridad (y por tanto es más proclive a la conformidad y la obediencia) y en cuanto a masculinidad/feminidad, entendida como masculinismo (hombre fuerte) y marianismo (mujer sufrida), es más masculino, y entendida como expresión afectiva sería más femenino (de todos modos dándose con más heterogeneidad que en las dimensiones anteriores).
La derivación emocional de estas posiciones conlleva reglas de autocontrol de las emociones extremas, particularmente, las negativas tales como el enfado, el enojo y el descontento, no fueran a alterar la jerarquía y la cohesión social, pero también de la afectividad positiva extrema, entre tanto suponga falta de deferencia (Zubieta et al., 1998). Fuera de estos extremos, la expresividad afectiva es generosa, incluyendo la frondosidad verbal.
En resumen, la psique latinoamericana se caracterizaría por la atenuación de los sentimientos negativos (resignación y aceptación del sufrimiento) y la facilidad para la afectividad positiva. En relación con la ‘psique española’, se diría que la pasión está más domesticada, sin querer decir que el honor (‘el qué dirán’) no sea importante. Por lo demás, dicha dinámica auto-contenedora tiene todo lo necesario para la propensión al resentimiento. En cuanto al pensamiento, destacaría el fatalismo, con sus aspectos de predestinación y de ‘nada que hacer’, dando lugar a una suerte de ‘indefensión aprendida’. En cuanto a la voluntad, se señalaría la pasividad, con su cortejo de presentismo, conducta supersticiosa y evitación de la incertidumbre.
EXCURSO SOBRE CULTURA DE LA CULPA Y LA VERGÜENZA
Aunque la culpa y la vergüenza no son tópicos especialmente estudiados a propósito de la psicología latinoamericana, han dado juego para comparar culturas individualistas y colectivistas, en particular, la angloamericana y la japonesa. Así, se ha llegado a hablar de culturas de la culpa y de la vergüenza, a partir del célebre estudio de los patrones de la cultura japonesa de Ruth Benedict (1946/1974). La cultura angloamericana, vía individualismo protestante, sería de la culpa y la japonesa, vía colectivismo tao-budista, sería de la vergüenza. Por lo que toca a Latinoamérica, se alinearía con el colectivismo japonés y, en este sentido, sería más bien una cultura de la vergüenza.
Su tradición católica no desdice esta condición, a pesar de la sempiterna culpa que dicha religión mete en el cuerpo. Pero, en relación con la protestante, la religión católica conlleva más vergüenza, precisamente, por mantener los vínculos sociales y las ceremonias públicas (al fin y al cabo la confesión limpia la culpa, mientras que la vergüenza la da la presencia de los otros). No es, obviamente, que la cultura angloamericana esté exenta de la vergüenza, habida cuenta, por demás, que la vergüenza es constitutiva del ser-social, sino que conlleva más culpa (que la japonesa y quizá que la latina). En todo caso, la vergüenza está más presente en culturas donde es más importante estar con los otros que ser mejor que ellos. La cuestión es que la cultura japonesa valora la competitividad tan altamente como la angloamericana (en esto diferente a la indolencia latinoamericana).
Ahora bien, la competitividad del japonés tiene como referencia estar alineado con los otros, sin quedar atrás, mientras que la norteamericana la tiene en ser mejor que los otros, dejándoles atrás. En esta línea, el miedo del japonés es la inadecuación al grupo, temiendo el desprecio, mientras que el del norteamericano sería el quedar atrás sin sobresalir del grupo, temiendo la dependencia (Creighton, 1990). En este sentido, quitando la competitividad y poniendo en su lugar el conservadurismo, se tiene un patrón relativamente afín a la forma de vida latina, hispanoamericana (vía del catolicismo barroco). De ahí la importancia latino española del honor (como lo tiene también para el japonés). Aparte de esta diferencia latino-japonesa, relativa a la competitividad, se ha de añadir que la cohesión colectivista del japonés es más sólida que la del latinoamericano, a juzgar por el ‘desmarque’ del grupo de aquellos latinoamericanos que han logrado un notable éxito (Lomnitz, 2001). De todos modos, el punto está en señalar que la vergüenza es probablemente más relevante que la culpa en la cultura latinoamericana (al contrario de la angloamericana).
TAREAS Y DESAFÍOS PARA LA PSICOLOGÍA LATINOAMERICANA
La tarea para la psicología latinoamericana es plural y más que laboriosos trabajos comporta desafíos. Tales tareas tendrían este horizonte:
1. Remover la voluntad y romper el fatalismo cara a la superación de la indolencia: A este respecto, Martín-Baró (1986/1998) propone a) la recuperación de la memoria histórica, que incluiría rescatar lo que ha funcionado en el pasado y el ‘orgullo de pertenecer a un pueblo’, a lo que se añadiría la promoción de una identidad más sobre un proyecto de futuro que sobre el pasado, b) la desideologización de la experiencia cotidiana, desenmascarando el sentido común enajenado, aquél que impide ver los obstáculos objetivos, asumidos como factores subjetivos (‘cultura de la pobreza’, ‘indefensión aprendida’, ‘fatalismo’ y, en fin, la misma indolencia), y c) la potenciación de las virtudes del pueblo (solidaridad con el sufrimiento, capacidad de sacrificio, pregnancia para lo nuevo, docilidad, espíritu revolucionario) así como el llamado ‘capital social’. Ahora bien, no se ha de pensar que la psicología tiene ‘trucos’ para cambiar el mundo sin esfuerzo (fuera haciendo viajes interiores, profiriendo pensamientos positivos o narrando cuentos).
2. Desarrollar programas de intervención psicosocial a partir de las necesidades emergentes en los distintos países: Esto supone definir problemas, establecer objetivos y evaluar los resultados, cuya evaluación ha de estar de acuerdo con los rigores de la metodología científica e investigaciones actualizadas. La producción científica realizada en América latina representa menos del 2% de la que se realiza en el mundo entero (Manzi 2001), además de que muchas de las investigaciones realizadas con diferentes fondos económicos no siempre ven la luz en una publicación científica o en un registro escrito que exhiba resultados de lo realizado para favorecer las acciones futuras y no caer en el hacer por hacer.
Las tareas señaladas suponen ya un buen desafío, pero caben todavía desafíos intrínsecos a la propia naturaleza de la psicología. A este respecto, se señalarían dos: la apuesta por una psicología científica asentada en la psicología cultural de los pueblos y la reivindicación de una función crítica por parte de la psicología.
El primero implica asumir ciertos estándares científicos que definen el campo de la Psicología (Pérez Álvarez, 2002), sin incurrir en camelos postmodernos (Pérez Álvarez, 2001). Dentro de ello figura compatibilizar la razón instrumental (que es lo mejor de la modernidad) con la razón comunicativa (que es lo mejor de la ‘cultura barroca’ latinoamericana). Esto supone no importar cualquier cosa, a lo que son tan dados los latinoamericanos (y los españoles). A este respecto, es de señalar un estudio llevado en Puerto Rico en el que, concretamente, la psicoterapia interpersonal se mostró superior a la terapia cognitiva de la depresión (Beck), sobre ser ambas eficaces, lo que sus autores interpretan en términos de la compatibilidad cultural (Roselló & Bernal, 1999). En general, se recomendaría toda psicología decididamente orientada al cambio de condiciones contextuales, al establecimiento de relaciones conductas-consecuencias y a la promoción de sujetos operantes. Importar menos supone "crear más conocimiento científico justo y adecuado a nuestro modo de ser", como ha advertido Pelechano (1991) a propósito de la personalidad cultural española científicamente estudiada.
El segundo desafío sería reclamar una función crítica de la Psicología, tanto de sí misma cuando tienda a psicologizar los problemas sociales, como de las instituciones sociales, de las que dependen dichos problemas. En términos de la psicología de la liberación, se trataría tanto de librarse de una psicología como de librarse de la opresión por medio de otra (Martín-Baró, 1986/1998). En todo caso, se trataría de una psicología científica más interesada en la propia psicología de los pueblos que lo está la psicología académica al uso. En este sentido, además de los programas de intervención psicosocial, la psicología académica (científica) debería adoptar la ‘perspectiva del pueblo’ (de la cultura) en orden a definir su propia psicología, problemas, objetivos, estrategias y maneras de reobrar sobre ella, dadas sus inevitables modulaciones. Mejor este horizonte que el usual de jugar a replicar cosas conocidas en el norte, ver qué variables ‘latinas’ inciden en fenómenos conocidos, averiguar qué factores tiene tal cuestionario (que alguno tendrá), adoptar clasificaciones psicopatológicas estándar que, en efecto, estandariza los problemas y, en fin, jugar al cientifismo. Con todo esto se demuestra que los psicólogos latinos son tan capaces como los angloamericanos que, por supuesto, lo son pero, aparte de a su curriculum, no habrían aportado gran cosa a la psicología de América Latina. La objetividad del conocimiento no está tanto en la estandarización de los contenidos cuanto en la utilización de las formas científicas de obtenerlo.
Como diría Skinner, escogemos "el camino equivocado desde el principio cuando suponemos que nuestra meta es cambiar ‘la mente y el corazón de los hombres y mujeres’, en lugar del mundo en el que viven" (Skinner, 1977/1981), algo que podrían haber dicho perfectamente Paulo Freire, Ignacio Martín-Baró o Maritza Montero, por no decir Rubén Ardila o Emilio Ribes.
POR UNA PSICOLOGÍA EN EL CONTEXTO DE LA CULTURA HISPANOAMERICANA
Una última idea, pero de primer orden, sería la reivindicación de la afinidad entre la psicología latinoamericana y la española, no sólo ya por el entronque común, sino también porque la psicología española, aun contando con una mayor institucionalización (y ciertamente de las mejores de Europa), todavía anda por las ramas en cuanto al respeto por parte de la psicología académica de su propia psicología cultural, con ese afán cientifista mimético, confundiendo la psicología científica con la american etnopsychology. Un problema común es el ya señalado de la importación, al que se agrega el correspondiente de la exportación. Consiste éste en el afán de publicar en inglés, en las revistas científicas más prestigiosas, los mejores trabajos de la psicología española, lo que significa dos cosas. Una, que aun siendo trabajos bien hechos y con gran esfuerzo, su aportación no es a menudo más que la de una gota de agua al mar. De todos modos, no hay caso contra esto, como no sea lo que tenga que ver con la segunda cosa. La segunda cosa es la carencia de un espacio latinoamericano de prestigio para la difusión de la mejor psicología, cuando se dispone de una lengua sobradamente internacional y, lo que es más importante, cuando semejante espacio cumpliría a los efectos de una psicología cultural sin dejar de atenerse a los estándares científicos (pero sin la estandarización de los contenidos psicológicos). Nunca se entendería como un compartimento estando, el mundo no va por ahí, pero tampoco sería una globalización psicológica, que por ahí sí va el mundo (Pérez Álvarez, 2002)
Un primer paso empezaría por la disposición de una base de datos de la producción científica en español, la clasificación de las revistas de acuerdo con determinados criterios de calidad y, muy importante, porque son propiamente las ‘contingencias de reforzamiento’, su utilización para la valoración de la calidad científica de sus autores cuando fuera necesario. La psicología latinoamericana (de América Latina y de España) ganaría mucho de saber aprovechar esta afinidad, naturalmente, sin perder de ganar más allá de Río Bravo y de los Pirineos.
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