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Psychologist Papers is a scientific-professional journal, whose purpose is to publish reviews, meta-analyzes, solutions, discoveries, guides, experiences and useful methods to address problems and issues arising in professional practice in any area of the Psychology. It is also provided as a forum for contrasting opinions and encouraging debate on controversial approaches or issues.

PSYCHOLOGIST PAPERS
  • Director: Serafín Lemos Giráldez
  • Dissemination: January 2024
  • Frequency: January - May - September
  • ISSN: 0214 - 7823
  • ISSN Electronic: 1886-1415
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Papeles del Psicólogo, 1987. Vol. (28-29).




ENTREVISTA CON JOSÉ LUIS PINILLOS

HELIO CARPINTERO

La concesión del premio "Príncipe de Asturias 1986" en Ciencias Sociales a José Luis Pinillos ha causado un gran impacto y satisfacción entre los psicólogos españoles.

Pinillos es, sin duda, una de las personalidades más queridas y respetadas entre los profesionales y especialistas en este campo; es también una de las figuras que hoy posee una mayor proyección intelectual y cultural tanto dentro como fuera del país.

El Colegio Oficial de Psicólogos, atento a la vida social de sus profesionales, consideró de interés máximo hacerles llegar a todos, en esta ocasión, la palabra siempre viva e incitante del maestro de psicólogos que es José Luis Pinillos. Con el mayor gusto asuma el encargo de entrevistarle.

He aquí, sin más preámbulo, el contenido de la entrevista.

-¿Cuáles son los momentos más importantes de su vida?

-Muchos, para bien y para mal, porque ya tengo muchos años. Pero reconozco que me resisto a hablar de esos asuntos. De los momentos malos, porque sufro recordándolos. De los buenos, porque me da un poco de "corte", como dicen los chicos. Total que mejor pasamos a otra cosa.

-¿Cómo nació su interés por la psicología?

-Es difícil de saber. En el bachillerato habla una asignatura de psicología, que posiblemente estimuló mi curiosidad. Pero lo que más me gustaba entonces era la literatura. En el verano del 36 tenía planeado estudiar Filosofía y Letras en Valladolid para hacerme después -yo creía entonces que eso era sencillo- catedrático de Historia de la Literatura. Luego ocurrió lo que ocurrió y finalmente terminó cursando en Madrid lo que entonces llamábamos filosofía pura. Había en la Licenciatura un par de asignaturas de psicología que me interesaron, y ahí empezó todo. Cuando terminé me fui a Alemania, al Instituto de Psicología de Bonn, después a Inglaterra y así hasta hoy, en que ya estoy saliendo del escenario. Todo en un abrir y cerrar de ojos.

-Su interés por los ternas sociales le llevó a emprender un estudio sobre las actitudes sociales, políticas y religiosas de los universitarios, que le creó graves problemas. ¿Qué recuerda de aquello?

-Casi todo y con bastante detalle. Fue un momento muy difícil para mi allá por los últimos años cincuenta, en que algunos de los que hoy me consideran demasiado conservador entonces me tachaban de rojo. Espero relatarlo algún día, porque a toro pasado la cosa no deja de tener gracia. En cualquier caso no me arrepiento de lo que hice. Don Indalecio Prieto contó parte de la historia en un capítulo de sus Memorias. Yo entonces no lo supe, como tampoco me enteré, hasta que me lo contó Javier Tusell, de que se me tenía fichado como masón. Lo cual entonces no era precisamente bueno. En fin, son cosas que pasan..

-En los primeros años trabaja con Germain en el C.S.I.C. en temas de diagnóstico y psicología aplicada (pilotos, conductores). ¿Cómo fue esa época?

-Fue bastante dura en lo económico, y también por las molestias que me causó la encuesta a que me refería antes. Pero resultó muy grata por lo que tuvo de relación con Germain, que era un patrón admirable, y también por la relación de trabajo que mantuve con el Ejército del Aire, donde me acogieron muy generosamente cuando las cosas me iban regular. La adaptación de los tests de pilotos resultó bien y me enseñó mucho. Además de aprender infinidad de cosas con Germain, en el Departamento de Psicología Experimental disfruté de lo lindo haciendo pequeñas investigaciones en el campo de la personalidad y de la psicología social

-En un momento, la preocupación fue por lograr una psicología científica. Es cuando publica su Introducción a la psicología contemporánea. Luego ha seguido con ojo crítico la evolución de esa ciencia. ¿Cuál es su idea de la psicología científica y de sus requisitos?

-Hace treinta años, la idea de la Psicología que prevalecía en la Universidad era más bien filosófica, o por el contrario se la identificaba con el entonces denostado Psicoanálisis. Mis años junto a Eysenck me convencieron de que la psicología moderna disponía de un estatuto científico similar al de las demás ciencias positivas y, juntamente con Yela, Siguán, Ubeda, Secadas y algunos otros compañeros me esforcé por difundir esa idea en los medios universitarios españoles. Luego vino la nueva savia de los alumnos -hoy catedráticos brillantes todos ellos- y creo que, finalmente, entre todos lo conseguimos. Posteriormente sobrevinieron los lógicos excesos de la reacción contra la filosofía, y ello hizo que me pusiera un poco en guardia contra los simplismos "cientistas, cíentifícistas "o como se les quiera llamar. Y en so continuo. Sigo en la idea de que la psicología es una ciencia, pero tiene peculiaridades que no es bueno desconocer. Es toda esa historia de la experiencia interna, de las funciones de la conciencia, etc., a la que sabes que he dedicado cierta atención últimamente. Esta peculiaridad epistemológica de la psicología tiene una historia interesante, que me gustaría poder contar con cierta minuciosidad ahora que voy a disponer de más tiempo libre, con la jubilación, o al menos eso me imagino.

-En los últimos tiempos ha mostrado su interés por una psicología en la que se integre el sujeto humano con todas sus dimensiones: conciencia, propositividad, responsabilidad. ¿Qué hay de eso?

-Sí por ahí van las cosas. En realidad a eso mismo me estaba refiriendo hace un instante. La psicología científica ha seguido el camino de reducir su campo a un sistema de variables causalmente concatenadas, representativas de procesos impersonales, y ello de una forma lineal, en la que no encuentran cabida ni la intencionalidad en cuanto causalidad final, ni la estructura autoposesiva y reflexiva del sujeto humano, ni su autopresencia, ni su praxis. De alguna forma, creo que la recuperación de la conciencia y la superación de la idea lineal de la causalidad por la vía de la retroacción y de la teoría de sistemas, permitirán ahora abordar con cierto rigor el estudio científico de la subjetividad humana, como polo activo y responsable de la relación de conducta. Pero poner en dedos esa idea, si es que llega a lograrse alguna vez, llevará bastante tiempo y mucho talento. La psicología necesita urgentemente gente que se atreva a pensar sin estar pendiente de lo que se hace en otras ciencias. En la psicología actual sobran datos y falta pensamiento, si se me permite exagerar un poco.

-¿Cuál es la base filosófica que cree necesaria para el trabajo de un psicólogo?

-Lo sepa o no, toda psicología tiene algún respaldo filosófico. No creo que ese respaldo tenga que ser necesariamente único, pero cada escuela suele propender de hecho a apoyarse en alguna filosofía determinada. El conductismo, por ejemplo, lo hizo en el positivismo. Y yo pienso que la psicología española podría contar con el apoyo de la filosofía de Ortega, en la que a mí modo de ver hay ideas sumamente valiosas para el estudio del comportamiento humano. El respaldo positivista fue epistemológico y metodológico. El de Ortega tendría algo más que ver con la teoría, que dicho sea de paso buena falta nos hace.

-¿Hasta qué punto ve la psicología como una ciencia más o menos unitaria?

-Después de lo que vengo diciendo, se comprende que yo no descarto el pluralismo. Estoy con Ortega en aquello de que el conocimiento se perfecciona por la multiplicación de sus puntos de vista, y no creo en el macrosistema monolítico. Eso pertenece a la época de los grandes relatos, que ha muerto con la postmodernidad. Por ese camino se llega enseguida a la escolástica. Además, la psicología no está todavía para conjugarse en singular. De hecho, lo que hay son ciencias psicológicas, vinculadas por una cierta unidad temática, pero muy tenue, y por una actitud científica más o menos compartida, pero sólo más o menos.

-¿Y en qué medida es una técnica aplicada a problemas sociales y humanos?

-En gran medida, y yo agregaría que por fortuna. Merced a ello la psicología está encontrando un lugar respetable en el conjunto de las ciencias sociales, sin necesidad de esperar al santo advenimiento de una ciencia pura que primero se constituyese como tal y después pudiera aplicarse. La realidad es que las cosas no han ocurrido del todo así y en cierto modo la práctica ha resultado fecunda para la teoría, y ha favorecido su desarrollo. Esto de ninguna manera está reñido con la tesis de que la psicología necesita teoría y hombres de pensamiento. Pues si es cierto, como decía Kurt Lewin, que nada hay más práctico que una buena teoría, no es menos cierto que una buena práctica también ayuda a pensar.

-¿Qué piensa que debe constituir la base de la formación de un psicólogo?

-Inevitablemente he de comenzar reconociendo la dificultad de dar una buena respuesta a esta también inevitable y justificada pregunta. En términos, pues, de simple aproximación al tema y de claras preferencias personales, yo me atrevería a sugerir que en los curricula de los psicólogos, que en líneas generales suelen ser aceptables -ambos, los psicólogos y sus curricula-, se introdujeran algunos elementos más de historia del pensamiento. En lo que pienso es en la conveniencia de que el psicólogo inscriba el desarrollo de su disciplina, y también la práctica de la misma, en un contexto de descubrimientos y actuaciones socioculturales que no son asépticas, ni puramente metodológicas. Naturalmente, el método científico es indispensable, excepto que varía según los tiempos y lugares en que funciona, porque la razón es histórica. Pero además ocurre que el exceso de método conduce a la esterilidad. El método no es una receta, sino la razón vigilante en presencia de algún problema que hay que resolver. Quizá, como se decía del escepticismo, todo buen principiante debe preocuparse mucho del método, pero toda preocupación excesiva por el método es a su vez propia de los principiantes. En mi opinión, es un error situar en el método el eje del avance científico. Lo importante es la teoría; el método sirve para garantizar la validez de la teoría, pero no para crearla: methodus ancilla theoriae, si se me acepta el latinajo. La teoría crece de la reflexión sobre los contenidos del pensamiento, más que entre las desecadas reglas formales de la metodología. La cuestión es sin duda muy complicada, pero quizá lo que he dicho baste para dejar apuntada mi posición a este respecto. Por otra parte, yo también sería partidario de fortalecer algo más lo que cabría llamar, para entendernos, psicología psicológica, si vale la expresión, ya que al fin y al cabo, es la que están presuponiendo todas las demás psicologías -la fisiológica, la social, la evolutiva, etc.- así como las disciplinas instrumentales. En definitiva, la pregunta es inesquivable, pero mi respuesta dista mucho de ser satisfactoria.

-¿Cuál cree que es el rol del psicólogo en la sociedad actual?

-Ante todo, aunque no exclusivamente, el rol que prevalece por infinidad de razones que no creo preciso repetir, es el profesional La psicología se ha desplazado, como tantas otras ciencias, hacia el campo de la tecnología, y en este sentido me parece que el conductismo en general, y deforma muy particular el conductismo de Skinner, ha desempeñado una función importante en este sentido. El hecho de que la psicología haya dejado de ser una ciencia que simplemente describe o interpreta, o que a lo sumo mide y pronostica, pero no domina los fenómenos que estudia, para pasar a controlar, a producir, extinguir y eventualmente modificar los propios fenómenos que investiga, como es hasta cierto punto el caso en la terapia y modificación de conducta, o en los programas de desarrollo intelectual, todo eso, digo, toda esa posibilidad de pasar de la descripción al control de las condiciones de existencia de los hechos psíquicos, conductuales o no, es lo que a mí parecer ha configurado con cierta eficacia el perfil profesional del psicólogo del último tercio de este siglo. Claro que para que el perfil se mantenga hace falta investigación, docencia, decencia y muchas otras cosas; pero ello no invalida la afirmación de que el rol psicológico por excelencia es hoy el del profesional

-¿Cuáles son los cambios principales que advierte que se han producido entre nosotros -en España- entre el comienzo de la Escuela de Psicología y nuestros días, con las Facultades de Psicología?

-Muchos y profundos, al menos para mí Cuando empezamos, hace unos cuarenta años, éramos muy pocos. Acababa de haber una terrible guerra civil y prácticamente no había quedado nada en pie. De la psicología anterior estaban, en Madrid Germain, Mallart y quizá alguien más que no recuerdo. Germain, que desgraciadamente acaba de dejarnos para siempre, se encontraba entonces en un espléndido momento vital, y supo reunirnos a todos en su torno y poner los conocimientos del complicado edificio en que se ha convertido la psicología española de los años ochenta. Al iniciar los estudios universitarios de psicología, a fines de los sesenta, creo, ninguno de nosotros -ni Yela, ni Siguán, ni Secadas, ni el Padre Ubeda, ni don Juan Zaraguete ni el propio Germain- nos imaginábamos lo que se nos venía encima. Lo que hasta entonces había sido una vida relativamente sosegada y dedicada al estudio y la investigación, terminó convirtiéndose muy pronto en una actividad frenética, en gran medida de carácter docente, que alteró nuestras vidas; por lo menos, la mía. A cambio de ello tuvimos, eso sí la inmensa satisfacción de ver cómo crecían los que venían detrás, cómo nos sobrepasaban y cómo empezaban a realizar, de otra manera que como nos lo habíamos imaginado -la vida siempre tiene un elemento imprevisible- el sueño de una psicología española, homologable con la que existía en el resto del mundo. Este sueño se ha hecho realidad en un tiempo increíblemente corto, y ello justifica en cierta medida los muchos errores que los mayores sin duda cometimos en esos años locos del boom de la psicología. Los nuevos psicólogos están ya donde debían, y no están, creo yo, del todo mal. Por descontado, no es que eso lo hiciéramos nosotros los mayores; lo hicieron sobre todo los que venían empujando, lo hizo el relevo. Pero en la medida en que también nosotros estuvimos allí y participamos lo nuestro en la aventura, en esa medida, digo, creo que podemos sentirnos satisfechos. Pudiera ser, desde luego, que la psicología de hoy hubiera llegado a ser lo que es a pesar de nosotros los mayores. No diría yo que no; en cierto sentido eso ocurre en todas las cosas y con todas las generaciones; pero a pesar de ello creo que lo importante es que la psicología quede en buenas manos. Más no se puede pedir.

-¿De qué trabajo científica se siente más contento? ¿Y cuál le hubiera gustado continuar o desarrollar más?

-Creo que con lo que más he disfrutado fue trabajando en el campo de la percepción de figuras y colores. Pero lo que en la actualidad más me gustaría terminar es un libro de historia de la psicología, que tengo entre manos desde hace muchos años. También me ilusiona meterme con el problema de la imaginación y las fantasías colectivas.

-¿Qué temas de investigación cree que habría que abordar prioritariamente?

-No sabría decirlo. Esos temas surgirán del juego de la propia vida psicológica y se decantarán, pienso yo, por virtud de un proceso de selección histórica similar al de la selección natural Personalmente, me gustaría que la psicología superara, sin abandonarlo, claro, el modelo de ciencia natural que la ha inspirado prioritariamente hasta ahora. Pero eso, que es muy fácil de decir, no se hace así como así Es posible que los jóvenes alcancen a vivir esa renovación. Yo me quedaré, desde luego, con las ganas.

-¿Cómo se podría mejorar la formación de nuestros psicólogos?

-No creo que exista ninguna fórmula infalible, ni que sea cuestión de dar con el plan de estudios perfecto. Probablemente se puedan formar excelentes psicólogos de modos muy diversos, siempre y cuando, eso sí haya interés y seriedad en el profesorado y en los alumnos. Cuando la gente es buena y se dedica de verdad a trabajar, se pueden alcanzar cotas muy altas con medios muy modestos. La historia de la psicología de la forma abunda en ejemplos de esta clase.

-¿Cuál podría ser la regla de oro del psicólogo?

-Saber que no hay regla de oro. Si acaso, recordase a sí mismo de cuando en cuando que el psicólogo es un profesional de lo que en tiempos fue y se llamó ciencia del ánimo, o del alma: logos tes psykhés.

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