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Psychologist Papers is a scientific-professional journal, whose purpose is to publish reviews, meta-analyzes, solutions, discoveries, guides, experiences and useful methods to address problems and issues arising in professional practice in any area of the Psychology. It is also provided as a forum for contrasting opinions and encouraging debate on controversial approaches or issues.

PSYCHOLOGIST PAPERS
  • Director: Serafín Lemos Giráldez
  • Dissemination: January 2024
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  • ISSN: 0214 - 7823
  • ISSN Electronic: 1886-1415
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Papeles del Psicólogo, 1985. Vol. (22-23).




LA AGRESIÓN Y SUS CORRELATOS A TRAVÉS DE UN PERIODO DE VEINTIDOS AÑOS

LEONARD D. ERON

Texto de la conferencia pronunciada en la Universidad Complutense de Madrid Facultad de Psicología, el día 16 de Abril de 1985, cedida para su publicación. Traducción de Isabel Nieto Martínez.

La agresión es un comportamiento sobredeterminado. Intervienen en él factores genéticos, constitucionales y ambientales, tanto como la historia individual y los acontecimientos específicos en una situación; todo esto, unido, puede llevar a que una persona desarrollo un comportamiento agresivo en un momento determinado, aunque esto no significa, que el comportamiento agresivo no pueda ser predicho o explicado. Los estudios, que mis colegas y yo hemos estado haciendo, dan a entender que el comportamiento agresivo es consistente a través del tiempo y de las situaciones, teniendo en cuenta el hecho de que hay numerosos factores que contribuyen al desarrollo de este comportamiento en grados distintos.

En 1960, llevamos a cabo un examen de todos los niños de tercer grado en una escuela de un área semirural del Estado de Nueva York. Esto incluía aproximadamente 870 niños cuya media de edad era de 8 años, y entrevistamos al 80% de sus madres y padres. Lo que estábamos estudiando era el comportamiento agresivo que mostraban en la escuela. Nuestro propósito era delimitar las condiciones del aprendizaje para la agresión y por consiguiente, recoger información de los antecedentes psicológicos y sociales y sus correlatos en el comportamiento agresivo. La mayor parte de los hallazgos de esta fase de estudio han sido publicados, e indican que la mayoría de los niños aprenden a ser más o menos agresivos en sus interacciones con el ambiente (Eron, Walder and Lefkowitz, 1972).

Diez años después, volvimos a entrevistar a 427 de los sujetos originales (media de edad: 19 años). Uno de los hallazgos más importantes fue la estabilidad del comportamiento agresivo a través del tiempo y de las diferentes situaciones, utilizando una gran variedad de medidas (Lefkowitz, Eron, Walder y Huesmann, 1977). La relación entro agresión y psicopatología se hizo evidente así como el comportamiento prosocial de la inhibición del desarrollo y expresión de la agresión. Además, parecía evidente que la habilidad intelectual de los jóvenes estaba relacionada negativamente con el comportamiento agresivo tanto en un momento determinado como a través del tiempo, y que corno la competencia intelectual en sí misma, muestra una constancia notable a lo largo del tiempo y las medidas.

En 1981, volvimos a entrevistar a 295 de los sujetos originales individualmente y a otros 114 por correo (media de edad 30 años). En suma, obtuvimos datos sujetos y de otros 223 sujetos por parte de los "Servicios de la Justicia Penal" del Estado de Nueva York, la "División de los Vehículos a Motor" y el "Departamento de Higiene Mental y Salud". Estos datos incluyen delitos criminales, infracciones de tráfico, admisiones en el Hospital del Estado y particularidades acerca de acontecimientos perinatales. También tuvimos éxito en obtener entrevistas con las esposas de 165 sujetos y con 82 de sus hijos que tenían aproximadamente ocho años, la misma que tenían los sujetos la primera vez que los entrevistamos. Por lo tanto, hay datos de tres generaciones de informantes: los sujetos, sus padres y sus hijos.

En este caso trabajo nos ocuparemos sólo de las primeras medidas de agresión y competencia intelectual y de como se relacionan con los indicadores posteriores de agresión y competencia-medidas de agresión y competencia intelectual a los 8 años y las medidas de agresión y competencia intelectual a los 30 años de edad.

PRIMERAS MEDIDAS

En 1960, la agresión en los niños fue una medida por una técnica de nominación por sus propios compañeros (Walder, Abelon, Eron, Banta y Laluch, 1961). En este procedimiento, cada niño de la clase estima el nivel que tiene cada una de los otros niños en 10 ítems de comportamiento agresivo. La puntuación de la agresión de cada sujeto, es el número de veces que ha sido nombrado por sus compañeros en 10 ítem respecto del total de veces que hubiera podido ser nombrado.

La fiabilidad y la validez de esta medida ha sido extensamente documentada (Eron y col., 1972; Lefkowitz, y col., 1977; Eron, Huesmann, Brice, Fischer y Mermelstein, 1983). La inteligencia en 1960 fue medida por la California Mental Maturity Scale, forma reducida (Sullivan, Clark y Tiegs, 1957).

MEDIDAS POSTERIORES

Veintidós años después, los indicadores de la agresión de los sujetas (edad: 30 años) fueron recogidos a partir de autovaloraciones, valoraciones realizadas por la esposa y citaciones por delitos de la División de Justicia Penal y Tráfico del Estado de Nueva York. Las autoevaluaciones incluían la suma de las escalas del MMPI 4,9 y F que mediante investigaciones previas (Huesmann, Lefkowitz y Eron) habían sido indicadas como medidas fiables y válidas para la agresión manifiesta. Las valoraciones de la agresión del sujeto realizadas por el cónyuge, incluía el comportamiento directo hacia él o ella mantenido por el sujeta. La puntuación de los delitos recogidos por la Justicia Penal se hizo teniendo en cuenta el número de detenciones registradas en el Estado de Nueva York, que asigna una puntuación especifica de seriedad a cada delito (Rossi, Bose y Berk, 1974). Para los sujetos que tenían hijos, había también valoraciones de la severidad con que castigaba a sus hijos y de la valoración que daba a la agresión que realizaba el niño. También relacionamos estos datos con la severidad con que les castigaban sus padres cuando ellos fueron niños. Esto es usado como estimación de las agresiones que realizarán los sujetos con sus propios hijos.

Los indicadores de la competencia social e intelectual a la edad de 30 años, incluían el proceso educacional y ocupacional del estatus del sujeto, el nivel de autodesarrollo (medido por el Loevinge, Sentence Completion Test (Locvinger y Wessier, 1970). Wider Range Achievement Test (WRAT) Spelling, Reading and Arithmetic (J Astak y J Astak, 1978). La incompetencia social fue medida por la Ullmann Gíovannoi Scale, 1964). Esta escala se usa general- mente para determinar el ajuste premorbido los esquizofrénicos, mide un amplio rango de comportamientos competentes, incluyendo la socialización en los adolescentes y la estabilidad ocupacional.

RESULTADOS

El efecto de mortalidad experimental de la muestra, fue evaluado examinando la significación de las puntuaciones de la agresión atribuidas por los compañeros, para aquellos sujetos que fueron entrevistados, tanto personalmente corno por correo, con aquellos que no fueron entrevistados en absoluto en 1981. Se deduce de la tabla 1 que los hombres que no fueron entrevistados en 1981, tienen una significación más alta en las puntuaciones de agresión de 1960 que aquellos hombres que fueron entrevistados. De cualquier modo, no había diferencia entre los grupos de entrevista personal y postal. Para las mujeres no había diferencia significativa en las puntuaciones de 1960 en ninguno de los grupos. Los hombres siempre obtienen una puntuación significativamente mayor que las mujeres y esto se cumple para todos los grupos.

El mismo análisis fue realizado para los valores de CI, tanto para aquellos sujetos que fueron entrevistados, corno para los que no lo fueron. Estos resultados se muestran en la tabla 2. Los sujetos que no fueron entrevistados, tanto hombres corno mujeres, tienen un CI significativamente menor que aquellos que fueron entrevistados, pero no hubo diferencias significativas entre los que fueron entrevistados por carta y los que la fueron personalmente. No hubo diferencia significativa en CI entre hombres y mujeres en ninguno de los grupos.

La correlaciones entre las primeras medidas de agresión y CI son las medidas posteriores del CI y las de competencia son mostradas en la tabla 3. La agresión precoz y el CI de la primera s época tienen una correlación moderadamente negativa (-. 27 para chicos y. 32 para chicas), y se ve que en cada a variable, CI y agresión, están relacionados en direcciones opuestas. Parece ser que a través de los 22 años hay una moderada predictibilidad entre la agresión temprana y la agresión posterior, especialmente en el caso de los hombres. Mientras que la estabilidad no es tan alta para la agresión como lo es para la competencia intelectual, son consistentes y se mantienen con independencia del método, de las situaciones y del tiempo. Especialmente impresionante es la correlación entre la agresión a la edad de 8 años y los posteriores problemas con la ley, corno lo indican las infracciones de tráfico y los delitos penales.

Como un gran número de sujetos que tenían una alta puntuación en agresión se mudaron de Estado (Lefkowitz y col., 1977), el recorrido de las puntuaciones de agresión queda truncado y probablemente es una estimación mínima de la relación entre agresión a la edad de 8 y el comportamiento antisocial posterior del tipo que lleva a los individuos a encontrarse con la ley. Como se puede ver en la tabla 1. la puntuación de agresión en 1960 para los varones que no tuvieron entrevista posterior, fue significativamente más alta que para los que si la tuvieron.

Otra razón por la cual el coeficiente r de Pearson ha podido ser una infraestimación de la verdadera relación entre las variables presentadas aquí, es que la distribución de muchas de las medidas están sesgadas (p.e., las medidas atribuidas por los niños tienen una acumulación en la parte más baja de la escala). Una demostración más representativa de las relaciones puede ser obtenida dividiendo los sujetos en bajo, medio y alto nivel, de acuerdo con la puntuación que los compañeros les atribuyeron, y calculando puntuaciones medias en cada variable criterio de una forma separada para cada uno de los tres grupos. Estas puntuaciones se verán más gráficamente en las figuras 1, 2 y 3 para algunas de las variables a las que se les encontró correlaciones substanciases. Cuando se comprobó mediante el análisis de varianza, las diferencias en las medidas de cada una de las variables criterio, fueron altamente significativas especialmente en el caso de los hombres.

Hay más predicciones significativas de la agresión a partir de las puntuaciones de 1960 con respecto a las de 1981, para los hombres que para las mujeres (7 vs 2), como se ve en la tabla 3. También en la predicción del primer CI al nivel de agresión posterior, hay una relación significativa sólo para las mujeres, mientras que hay tres para los hombres. Es interesante que el área en el que se puede hacer predicción más certera sobre la agresión, en relación con la agresión y el primer CI para las mujeres, es en el área de castigo a los propios niños. En el castigo de los niños es probablemente el área en el cual las mujeres pueden expresar mejor su agresión, sin miedo a la censura social o a la venganza. En otras áreas, la agresión hacia el cónyuge, los delitos criminales, las infracciones de tráfico hay menor frecuencia de predicciones exitosas partiendo de los indicadores de agresión. Las predicciones de competencia a partir del primer CI, es algo sorprendentemente alto, especialmente teniendo en cuenta la variedad de medidas y situaciones cubiertas (como indica la tabla 3). Hay una correlación significativa de 7 criterios o más para los hombres y seis o siete para las mujeres, y esta es una competencia intelectual medida con un test de papel y lápiz, consumiendo menos de 50 minutos de tiempo.

Corno sabemos, la agresión fue relacionada con el CI desde el principio, y como se ha dicho previamente, sería útil preguntarse si la estabilidad de cada variable resulta de su correlación con la otra. De la tabla 3 se puede deducir que hay una buena estabilidad a través del tiempo entre agresión y competencia intelectual, no obstante, la competencia social e intelectual Posterior se predice mejor a partir de la agresión temprana, que la agresión temprana a partir de la competencia intelectual temprana. La contribución relativa de la agresión temprana y CI con respecto a la agresión posterior y la competencia, pueden ser evaluados más precisamente por el análisis de regresión múltiple. Un cierto número de regresiones múltiples fueron realizadas donde se relacionaron la agresión temprana y la competencia temprana con el criterio de agresión de 1981. Por ejemplo, corno se indica en la tabla 5 en la previsión de la puntuación de agresión en el MMPI, el coeficiente de regresión típico para agresión fue significativo para hombres, mientras que el coeficiente típico para CI no fue significativo; hay poco que hacer con el CI en esta relación. De modo similar tratando de predecir el comportamiento criminal, el coeficiente de regresión típico para agresión fue significativo mientras que no fue significativo para el CI. En la predicción de la conducción mientras se está intoxicado, el citado coeficiente fue significativo para la agresión pero no para el CI. El mismo patrón se hace presente para las otras 4 medidas de agresión en los varones. Así que, aunque el CI y la agresión están relacionados a la edad de ocho años, la relación entro la agresión temprana y la agresión posteriores independiente de la relación entre el CI y la agresión. De cualquier modo, e efecto que tiene el Cl en la agresión, ya ha tenido lugar antes de la edad de 8 años, porque el cambio subsecuente en la agresión no es afectado por el CI de ninguna manera apreciable.

No parece muy probable que la agresión temprana pueda contar con una proporción de varianza significativa en la relación entre el CI y las posteriores medidas de competencia. De cualquier modo, se realizó el mismo tipo de análisis de regresión prediciendo la competencia social o intelectual en 1981 del CI y la agresión en 1960. Sólo en la predicción de la adquisición intelectual (y las puntuaciones en deletrear palabras en el WRAT) tanto el CI como la agresión en 1960 tuvieron unos coeficientes de regresión típica significativas tanto para hombres como para mujeres. Para hombres, la agresión temprana no tiene otra relación con la competencia posterior, para las mujeres, tanto el CI como la agresión de 1960 tienen unas relaciones predictivas para la incompetencia social y el autodesarrollo posteriores. Es interesante que para las mujeres, la agresión y la no inteligencia tienen un coeficiente típico significativo con el estatus ocupacional- las mujeres menos agresivas tienen un estatus ocupacional mayor, no olvidando el CI. Para los hombres sólo el CI predice el estatus ocupacional, no importando mucho la agresión, esto sirve igual para la incompetencia social y el autodesarrollo. Así que la agresión y el CI son ambos interdependientemente predictivos de la posterior competencia social y ocupacional, pero para los hombres el CI anterior predecirá la competencia social y ocupacional posterior.
Ver Tabla 5.

Hay un patrón similar en la predicción de la competencia intelectual tal corno la miden las puntuaciones del WRAT. Para las mujeres, tanto el CI temprano como la agresión temprana cuentan con proporciones de varianza significativas; para los hombres, sólo el CI fue predictor significativo de las puntuaciones posteriores en el WRAT (aritmética y lectura). Parece ser que las mujeres que desarrollan comportamientos agresivos están dañadas en muchas áreas. Para los hombres, quizás porque la agresión es un comportamiento más aceptable socialmente que para las mujeres, el efecto en competencia tanto social como intelectual, sólo es mínimo y la inteligencia es lo que prima en la determinación de una competencia social e intelectual posterior.
Ver Tabla 6.

EFECTOS INTERGENERACIONALES

Nuestros datos, recogidos de tres generaciones, indican que la agresión, como comportamiento característico, se transmite de padres a hijos. Debe tenerse en cuenta que aquí no se implica la transmisión genética necesariamente. Por encima y a través de cualquier equipamiento y tendencia con la que el niño nazca, hay muchos caminos en los cuales los padres enseñan agresión a los niños y nosotros ya hemos revisado estos anteriormente. Ahora estamos interesados en examinar el efecto total de este aprendizaje en la interacción de las generaciones. En 1960, había una relación entre lo agresivos que eran los niños en la escuela (medido por la evaluación hecha por los compañeros), y cuan severamente eran castigados mediante la agresión por los padres en el hogar (.23 p. .0001).

Cuando los sujetos tenían 19 años, se les preguntó que imaginaran como responderían a la agresión de sus propios hijos, si estos tuvieran ocho años. La correlación fue de .24 entre la evaluación que hicieron sus compañeros de su nivel hipotético de agresión en 1960 y su respuesta de su hipotético comportamiento en 1970; fue de .31 entre su hipotética respuesta en 1970 y las respuestas que ejercían sus padres sobre ellos en 1960. En 1981, se preguntó a aquellos sujetos que tenían hijos entre 6 y 12 años, y la correlación entre la primera puntuación en agresión y corno respondían ellos a la agresión de sus hijos fue similar (.24). Se correlaciona la puntuación primera de agresión obtenida en 1960, con la autoevaluación de la agresión de sus hijos en 1981 y fue moderadamente alta (.34). Esto es especialmente interesante, ya que los 10 ítems utilizados para la autoevaluación de los hijos, fueron los mismos 10 ítems con los cuales sus propios padres les evaluaron 20 años antes. Más alta fue la correlación (.44) de la agresión de los sujetos con la extensión de las fantasías sobre agresión de sus propios hijos.

Aunque no debemos apresurarnos a atribuir causalidad a la circunstancia de que los padres que abusan de los hijos fueron los niños objeto de abuso por sus padres, los dramáticos hallazgos encontrados a través de tres generaciones no pueden ser ignorados. Ciertamente, hay muchas cosas en juego -las correlaciones están sólo en el rango de -20 a .35 y las correlaciones univariadas no pueden sumar más que una pequeña proporción de varianza. De cualquier modo muchas de las variables y procesos pueden ser explicados, y juntos podrían explicar una proporción mayor de la varianza. Con los recientes avances en la tecnología de la computadora, esta multiplicidad de variables pueden ser sintetizados en complejos modelos de procesos comprehensivos, que podrían entonces describir niños específicos que están en riesgo de desarrollar el comportamiento que estarnos discutiendo. Así que, no nos tenernos que limitar a agregar estadísticas que no nos digan prácticamente nada acerca del niño individual. Finalmente todo el proceso podrá ser simulado y nosotros estamos en vías de hacer dichas simulaciones. Por ejemplo con análisis lineal, sentamos un coeficiente de estabilidad de.50 para los varones y de.35 para las mujeres, similar a través de las generaciones.

En suma, el grado de estabilidad que hemos visto en comportamiento agresivo de los individuos en un periodo de 22 años, investigando a la generación previa y siguiendo a la futura, es impresionante. La estabilidad se mantiene, a lo largo de las situaciones, medidas e informantes, así como en el tiempo. La terrorífica implicación de esta obstinada consistencia, es que la agresión no es una situación específica o determinada solamente por contingencias. El individuo tiene algo en la mente que le impele a actuar de una manera característica tanto agresiva como no agresivamente. Otra vez no me estoy metiendo en la polémica de si es genético o constitucional, aunque pueden ser muy bien estas las bases para un determinado tipo de comportamiento. Mucho de este comportamiento es aprendido y son los trazos de memoria del cerebro, los que se activan cuando se da una situación con ciertas similitudes a la que estaba unida una secuencia original y que tienen un valor especial en esta consistencia. Y así, estas secuencias se codifican con mayor claridad, y el comportamiento agresivo cada vez se hace más frecuente.
Ver Gráficas 1, 2 y 3.

Por lo tanto, no es fácil cambiar ese comportamiento -esto puede necesitar todo el conocimiento, ingenuidad, talento y persistencia que podamos reunir. Tenemos que saber específicamente que variables se requieren para el cambio y concentramos en ellas, por que, hasta que no conozcamos las causas de esta desviación del comportamiento, no podemos realizar un cambio apropiado. Y porque es un proceso, hay muchas variables interrelacionadas formando círculos viciosos. Si somos afortunados, podemos romper estos círculos identificando procesos específicos y tratando de cambiarlos. Pero debernos empezar a una edad temprana. Para la edad de 8 años ya están desarrollados los patrones característicos, tanto agresivos corno no agresivos. La agresión, como un problema de comportamiento que hay que resolver, se aprende muy temprano en la vida, y se aprende muy bien; el precio que se paga es tremendo. Por lo tanto el tratar de cambiarlo debe ser igualmente atractivo.
Ver Gráfica 4.

Material adicional / Suplementary material

Tabla 1 y 2. Valores medios del C.I.

Tabla 1 y 2. Valores medios del C.I.

Publicaciones I. Publicaciones de Leonard D.Eron.

Publicaciones I. Publicaciones de Leonard D.Eron.

Publicaciones II. Publicaciones de Leonard D.Eron.

Publicaciones II. Publicaciones de Leonard D.Eron.

Publicaciones III. Publicaciones de Leonard D.Eron.

Publicaciones III. Publicaciones de Leonard D.Eron.

Tabla 3. Correlación de la evaluación de la agresión por sus compañeros y del C.I. A la edad de 8 años con la agresión y la competencia a la edad de 30 años.

Tabla 3. Correlación de la evaluación de la agresión por sus compañeros y del C.I. A la edad de 8 años con la agresión y la competencia a la edad de 30 años.

Tabla 4. Puntuaciones medias en las últimas medidas de agresión (1981).

Tabla 4. Puntuaciones medias en las últimas medidas de agresión (1981).

Tabla 5. Valores de la regresión de las puntuaciones de agresión y C.I. A la edad de 8 años respecto a las medias de competencia y agresión a la edad de 30 años.

Tabla 5. Valores de la regresión de las puntuaciones de agresión y C.I. A la edad de 8 años respecto a las medias de competencia y agresión a la edad de 30 años.

Tabla 6. Proporción de sujetos condenados por delitos en el Estado de N.Y. Después de la edad de 30 años.

Tabla 6. Proporción de sujetos condenados por delitos en el Estado de N.Y. Después de la edad de 30 años.

Gráfica 1. Media de número de delitos penales a la edad de 30 años.

Gráfica 1. Media de número de delitos penales a la edad de 30 años.

Gráfica 2. Medias de castigo a los niños a la edad de 30 años.

Gráfica 2. Medias de castigo a los niños a la edad de 30 años.

Gráfica 3 y 4. Infracciones de tráfico a la edad de 30 años y bajo el efecto del alcohol.

Gráfica 3 y 4. Infracciones de tráfico a la edad de 30 años y bajo el efecto del alcohol.

Gráfica 5 y 6. Medidas de Agresión y Gravedad media de los delitos penales.

Gráfica 5 y 6. Medidas de Agresión y Gravedad media de los delitos penales.

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