Psychologist Papers is a scientific-professional journal, whose purpose is to publish reviews, meta-analyzes, solutions, discoveries, guides, experiences and useful methods to address problems and issues arising in professional practice in any area of the Psychology. It is also provided as a forum for contrasting opinions and encouraging debate on controversial approaches or issues.
Papeles del Psicólogo, 1986. Vol. (24).
DOMINGO COMAS ARNAU
Antropólogo, Investigador.
EL conocimiento sociológico que poseemos sobre el fenómeno del uso de drogas y sobre las drogodependencias empieza a diferir notablemente sobre aquello que los manuales intitulan "aspectos sociales y culturales" y he considerado adecuado para una revista dirigida a un colectivo de profesionales, entre los que se da un alto porcentaje que se ocupan del tema, señalar las diferencias entre el estereotipo sociológico, mayoritariamente presente en los textos, y lo que la investigación sociológica actual, menos conocida y publicitaria ha aportado, para un mejor enfoque del fenómeno.
I. DOS FENOMENOS DISTINTOS Y UN SOLO DROGODEPENDIENTE VERDADERO
La práctica de la investigación sociológica en el campo de las drogodependencias se venía moviendo en una cierta irrelevancia, tras una serie de brillantes aportaciones en los años 50 (en especial las obras de R.K. Merton, M. Clinard y H. Becker). Los motivos de tal situación vale la pena exponerlos, con el fin de captar más adecuadamente las rupturas que expongo más adelante.
En los últimos 20 años la Sociología ha desarrollado una reacción pendular contra unos modelos teóricos muy cerrados y acabados, como el de Talcott Parsons, que si bien permitían una cierta comprensión del entramado social, no resolvían las "cuestiones fundamentales" por las que apareció la sociología en el Siglo XIX. Tal reacción fue posible y se articuló en razón a la carencia de compromiso pragmático que orienta la actividad académica, caracterizándose por el hermetismo, el subjetivismo y la falta de utilidad. Se produjo además un proceso de retroalimentación entre esta subjetivización de la teoría y la "academización" de la Sociología reforzándose mutuamente. De ahí que la práctica académica de la Sociología orientara su aportación al campo de las drogodependencias más hacia la discusión de cuestiones ético-políticas que hacia el análisis de la realidad del fenómeno.
Frente a tal situación comenzaron a aparecer aportaciones sociológicas que emergían de las prácticas concretas, con poca participación de la sociología institucionalizada, y un alto grado de espontaneismo (Comas, 1985; P. 302) pero que a postre sirvieron para quebrar (o creo que van a servir) el subjetivismo y el existencialismo hegemónicos.
Claro que esto es insuficiente ya que los fenómenos sociales (y más los relativos a conductas expresivas como el uso de drogas), y con independencia del status ontológico que quiera asignárselas desde un punto de vista racional (operaciones empíricas, conceptuales y evaluativas) sólo puede entenderse como realidad desde un marco teórico. Al mismo tiempo la maximización de los objetivos prácticos deseados depende de que los modelos teóricos utilizados respondan a la representación de la realidad que nos proporciona la realidad científica (Bunge, 1985. Quintanilla, 1981).
Si bien en el campo de las drogodependencias, el objetivo de un modelo teórico aún está más lejos, la práctica real nos ha permitido identificar una serie de ángulos del cañamazo teórico que aún permanece enterrado. Quizás uno de los más importantes ha sido darnos cuenta de que estábamos ante dos fenómenos radicalmente distintos y que auto calificándose ambos de "la realidad" respondían a dos ámbitos diferentes para los que tal auto calificación era sólo parte de sus características operacionales.
Por un lado tenemos el "consumo de droga" un fenómeno de tipo sociopolítico, fuertemente enraizado en los mecanismos básicos de nuestra cultura, y que se sostiene, casi exclusivamente, por su fuerte lógica interna y el intenso soporte material que le ofrecen los medios de comunicación que crean un "estado de opinión pública" en el sentido tradicional del término, (Saperas, 1985; pág. 179 y sig.). Es, en terminología sociológica, un fenómeno social total, que se manifiesta no sólo a través de opiniones, sino también por actitudes y comportamientos que mediatizan la intervención de diversas instituciones de nuestra sociedad a través de sus ejecutores (padres, maestros, médicos, etc.,...) causando un sinnúmero de problemas en cuestiones como: relaciones familiares y personales, aprendizaje, salud, adaptación u obtención de satisfacciones básicas.
Por otro lado tenemos el fenómeno del uso real de las distintas drogas por una serie de individuos y la problemática que tal uso, en función de la intensidad del uso, hábitos asociados y tipo de droga, ocasiona en cada uno de los individuos concretos. Es un fenómeno social global, ya que involucro a todas las instancias, pero no total, ya que se refiere sólo a parte de la sociedad.
El estudio sociológico del primer fenómeno es relativamente fácil ya que se corresponde con las metodologías más tradicionales y contrastadas, así como con los instrumentos de investigación más ajustados de las Ciencias Sociales: encuestas de opinión y actitudes, análisis de contenido de los medios, percepción cualitativa en grupos, paneles, evaluación de indicadores, etc.,...
En cambio la metodología adecuada al segundo fenómeno ha tenido que ser creada partiendo sólo de ciertos estudios puntuales (Galanter, 1983-1985) y de una reelaboración de datos estadísticos secundarios, con el apoyo de ciertas organizaciones internacionales, singularmente la OMS. (Ver colección publicaciones offset números 50, 52, 55, 56, 60, 88 y 89).
El desconocimiento de que se trataba de dos fenómenos distintos, así como el desequilibrio metodológico entre ambos, ha hecho que los análisis empíricos del primero de ellos se atribuyeran al segundo, y que la mayor parte de la aportación de la sociología haya servido más para confundir que para ayudar a interpretar.
Así, incluso tenemos una serie de modelos teóricos que utilizando la percepción de la sociedad creen describir el fenómeno real del uso de drogas. Modelos que hay que rechazar reconstruyendo una teoría que tenga en cuenta la dicotomía y el contenido concreto de cada uno de los fenómenos.
Tal confusión metodológica y teórica produce una serie de consecuencias indeseables: por una parte las disciplinas ajenas a la sociología asumen como explicación sociológica de la realidad los resultados de las investigaciones sobre la percepción social y por otra parte los resultados sociológicos retroalimentan el propio modelo de percepción social. Ocurre además que tales explicaciones ocupan una parte importante o constituyen la base justificativa de planes de prevención o de atención, de charlas a padres en las escuelas e incluso se interfieran en el tratamiento clínico de las enfermedades asociadas al uso de drogas. Veamos algunos ejemplos.
La percepción social atribuye a la heroína el carácter casi exclusivo de "droga", en cambio la investigación sociológica de la realidad la ha colocado en un lugar minoritario y complementario en el contexto de la politoxicomanía. Pues bien, un reciente número monográfico de la prestigiosa revista médica JANO, bajo el título de PATOLOGÍA ORGÁNICA DE LA DROGADICCIÓN, publica una serie de excelentes artículos pero exclusivamente dedicados a la heroína. Sabemos, que aparte de los problemas relacionados con el alcohol y el tabaco, estadísticamente las patologías orgánicas relacionadas con otras drogas son más importantes que las relativas a la heroína. Pero nadie se preocupa de escribir, investigar e INTERVENIR en las mismas. Parece como ni tan siquiera existieran y la "intervención" se dirige exclusivamente a la manifestación que merece la aprobación social, aunque la demanda "objetiva" de atención vaya por otro lado.
Los ejemplos de retroalimentación social son más complicados para exponerlos en el corto espacio, de una nota, pero su importancia se refuerza en los dos casos que este autor ha estudiado explícitamente: por un lado el proceso de inducción de síndromes de abstinencia en individuos no dependientes por la puesta en marcha de mecanismos simbólicos de auto identificación y auto ubicación; por otro lado el proceso de banalización de los efectos más contundentes del síndrome de dependencia al alcohol, por la puesta en marcha de mecanismos similares [Comas, 1 984; 1 985 (a), 1985 (b)].
Resulta evidente que ambos fenómenos recibieran la atención del sociólogo, y que debe aplicar las correspondientes metodologías para desbrozarlos, pero teniendo siempre muy presente que se trata de hechos cualitativa y cuantitativamente distintos y diferenciando siempre ambos niveles.
Para los psicólogos más centrados en cuestiones de prevención el conocimiento del fenómeno de la percepción social será de mayor interés (Vega, 1983; pág. 65 y sig.), mientras que para los centrados en la atención o la clínica del toxicómano será el fenómeno el que merecerá una mayor atención (Glasner y Freedman, 1 985; pág. 1 53 y sig.).
II. USO Y DEPENDENCIA
Si nos centramos en el análisis del fenómeno real de las drogodependencias, aparecen una serie de cuestiones que la percepción social nos había enmascarado. Algunas parecen obvias, como que "la droga" no existe sino que aparecen usos de distintas drogas, que tales usos producen problemas distintos, o que la relación causas entre dependencia a las drogas y delincuencia no es simple.
Pero hay una cuestión especialmente relevante que aparece en el momento en que se observa el fenómeno real, y es la diferenciación entre usuarios y dependientes.
Toda relación entre un individuo y una droga implica en uso de la misma. Este uso puede ser, desde una perspectiva cuantitativa, una simple experiencia aislada, un conjunto de usos aislados entre sí, usos frecuentes, habituales y cotidianos, hasta llegar a un tipo de uso que supone dependencia a, una o varias drogas. Las situaciones de uso son distintas entre sí, y especialmente hay que diferenciar aquellos usas que implican una situación de dependencia de los que no lo implican.
En sí el uso de drogas sin dependencia es sólo una conducta, que como cualquier otra conducta puede ocasionar problemas dependiendo de un conjunto de variables que inciden sobre un individuo concreto.
Tales variables tienen que ver con el tipo de droga usada, las formas y hábitos de uso como con el entorno social y familiar del individuo, su edad, sexo, habilidades, etc.,... y los problemas pueden referirse a la salud, a conductas de riesgo asociadas al uso, a la mediación de códigos culturales, a estigmatización y carreras de desviación, etc,...
Es especialmente relevante a este nivel el status legal de cada droga, la imagen social ligada a tal status y la situación económica del individuo usuario.
Por otro lado tenemos al usuario dependiente de drogas, cuya dependencia constituye un problema en sí mismo. En su condición de usuario padecerá una serie de problemas, mayores en general que el usuario dependiente, pero aparte, el síndrome de dependencia constituye un problema por sí mismo, una "enfermedad" que exige la intervención, aunque esto significa que la dependencia genera automáticamente la correspondiente demanda.
Asimismo el síndrome de dependencia, codificado casi siempre como dependencia a la heroína teórica, proporciona los elementos dramáticos que configuran la imagen y la percepción social del conjunto de todos los usuarios.
III. ESBOZO DE UN PEQUEÑO MAPA
Vamos a tratar de esbozar un pequeño mapa de los conocimientos que disponemos en la actualidad sobre el uso de drogas y la percepción de tal uso por la población española.
Sabiduría y Miedo
¿Cómo percibe la población española el uso de drogas y los problemas asociados al mismo? Las diferentes encuestas no proporcionan un perfil caracterizado por la incoherencia de los españoles, ya que las drogas son cosas contradictorias entre sí para la mayoría, mientras tales cosas sean lo suficientemente dramáticas y contundentes.
Esta incoherencia radical parte de una constatación sorprendente: una amplia mayoría de españoles manifiesta conocer o saber sobre varias drogas ilegales y por tanto se considera legitimado para opinar sobre ellas.
Dependiendo de las encuestas, más del 80% de españoles "conoce" la cannabis y la heroína, y más del 65% la cocaína y los alucinógenos. Incluso las menciona espontáneamente.
Pero si tomamos en cuenta tales menciones como base empírica observaremos la formación de dos grupos distintos: la mayoría emplea los términos de los medios de comunicación (especialmente si éstos implican un supuesto argot), como por ejemplo "caballo" para la heroína y otro grupo muy minoritario (siempre por debajo del 1%, salvo para la cannabis que alcanza el 3-4%) utiliza los términos reales del argot de la subcultura de los usuarios, lo que nos lleva a que la sabiduría de la mayoría se limita a retener los mensajes de los medios de comunicación, y que es en base a tales datos que la población contesta a todas las preguntas que sobre drogas se le hacen.
Así la mayoría de los españoles piensan que las drogas son muy atractivas (77,5% de las respuestas) las tornan personas normales (58,8%), son muy peligrosas porque si las pruebas es muy difícil dejarlas (85,8%), los que recurren a las drogas son personas con problemas psicológicos (73,8%), conducen al delito inevitablemente (78,2%), los drogadictos son enfermos (82,5%), son sustancias perjudiciales (62,3%), etc., etc.,... No es posible armar un puzzle similar.
Pero todas estas opiniones poseen una lógica común: la ignorancia de la realidad y ligado a ella una intensa atracción y repulsión hacia las drogas, a fin de cuentas el mensaje de los medios de comunicación.
Atracción que incita a probarlas a pesar de los peligros
(casi un tercio de los españoles mayores de 14 años ha probado
la cannabis), pero que aún entre los usuarios habituales, establece como
hegemónico un tipo de ideología represiva. Ocurre que una clarísima
mayoría de menores de 29 años están en contra de la despenalización
del consumo, y a partir de esta edad se alcanzan cotas de unanimidad, y en un
extraordinario ejemplo de esquizofrenia social, vemos que la mayoría
de los usuarios son partidarios de que se persiga el uso, claro que también
piensan como "no perseguible" su propio uso, el de sus amigos o familiares.
Tal esquema, por otra parte responde a los modelos tradicionales de manipulación
de la opinión pública con fines sociopolíticos (Lazarsfeld
y Merton, 1985) corno viene ocurriendo en forma espectacular en otros países.
(Lindblad, 1983).
Ver Tabla 1.
Niveles reales de uso
En contra de la imagen que se percibe los niveles de uso real y sus consecuencias son muy distintos, y son bien conocidos en nuestro país gracias a recientes investigaciones, que si bien muestran ciertas divergencias, por cuestión de método, y que a mi parecer en vez de confundir como se ha pretendido decir, ayudan a configurar más acertadamente tales datos. En concreto disponemos de tres investigaciones puntuales, Francisco Alvira (1984), Domingo Comas (1985) y José Navarro, et alt. (1985). Las diferencias entre esta última y las dos primeras son debidas entre otras cosas al tipo de trabajo de campo (rutas en los dos primeros casos y cuotas en el segundo), por lo que tales diferencias en vez de confundir al profesional le ayudan a comprender ciertas cuestiones, en este caso, por ejemplo, la dialéctica privado/público.
En primer lugar debemos distinguir dos líneas de drogas en cuanto a impacto real que producen sobre la población. La primera es la línea de las drogas legales (tabaco y alcohol) y de las ¡legales consumidas irregularmente (fármacos), la segunda es la de las drogas ilegales.
La primera línea se caracteriza por un uso masivo, una fuerte incidencia sobre la salud y una casi nula incidencia psicosocial (aunque esto empieza a cambiar para los fármacos).
La segunda por un uso minoritario y mayores incidencias psicosociales, dependiendo de las drogas. Resumimos la situación en los ejemplos del siguiente cuadro.
¿Cuántos individuos se pueden contabilizar en cada uno
de los apartados en relación a éstas y a otras drogas? Diferentes
métodos nos han permitido establecer estas cifras que reflejamos a continuación
de una forma aproximada y no definida.
Ver Tabla 2.
Tales porcentajes nos podrían orientar entorno a las cifras de población con problemas psicosociales o con problemas sanitarios, así como la posible demanda, pero hay que hacer una matización importante.
La situación real es de politoxicomanía con dependencia difusa a varias drogas, y como los datos se han obtenido droga por droga, las cifras totales de ciudadanos con problemas son inferiores. Diversas evaluaciones nos han permitido determinar, a principios de 1985, que el número de personas en situación de padecer problemas graves (tanto psicosociales como sanitarios y excluimos el alcohol y el tabaco) podría acercarse a las 100.000 en la misma fecha la demanda de atención se situaba entre 10.000 y 15.000 individuos.
Entre la Percepción y la Realidad
Hemos diferenciado los fenómenos de la percepción y la realidad, y hemos dado un somero vistazo al contenido de cada uno de ellos, pero asimismo es necesario tener en cuenta las relaciones entre ambos niveles. La dialéctica de las influencias entre ambos fenómenos es tan importante como la diferenciación entre ellos. Precisamente era tal dialéctica la que los confundía, pero al separarlos no debemos olvidar sus relaciones. Para ello nada mejor que un par de ejemplos.
El caso de la variable "Actividad laboral"
La percepción social es contundente el paro provoca consumo de drogas, incluso el fenómeno del uso de drogas se explica en exclusiva a partir del paro, como una consecuencia más del mismo. En lo que se refiere a la juventud la especial incidencia de las drogas en su colectivo vendría dada (aparte de la consabida pérdida de valores) porque "los jóvenes no tienen nada que hacer y se aburren".
Con independencia del valor que nos merezcan tales calificativos sobre la juventud, el fenómeno real es muy distinto (Comas, 1985).
El uso de drogas ilegales (que son las que maneja el estereotipo social en este punto, aunque a veces se incluye el alcohol) se correlaciona más con los jóvenes que desarrollan una actividad económica remunerada, que con los desempleados.
Ocurre que el acceso económico a las drogas lo poseen aquéllos que disponen de suficientes medios económicos, y tal disponibilidad, entre los jóvenes se sitúa estadísticamente entre aquéllos que obtienen algún tipo de ingresos. Tales jóvenes no parados, son experimentadores, usuarios habituales e incluso dependientes, e insuflan al mercado suficiente dinero como para que otro porcentaje de individuos usuarios dependientes puedan vivir del tráfico en pequeña escala. Aparte quedan los individuos parados que obtienen los medios económicos necesarios para usar drogas a partir de la comisión de delitos.
Existe una fuerte desproporción entre el dinero procedente de actividades legales y el procedente de actividades ilegales que entra en el mercado de las drogas. Las disponibilidades económicas que genera la delincuencia sólo sostienen una parte ínfima del mercado.
Por otra parte, y aparece constatado empíricamente, los usuarios de drogas son socialmente más agresivos y/o poseen mayores habilidades. En la actual situación de desempleo el uso de drogas se convierte en una estrategia contra el paro en el contexto de la economía sumergida. Tomar unas copas, fumar un porro e incluso "llegar más lejos" permite acceder a formas de solidaridad, y de "estar en la onda" que facilitan la oportunidad para acceder a un puesto de trabajo.
La percepción social es incapaz de comprender el fenómeno real, ya que por una parte, su estero tipificación del tema obliga al joven "serio y trabajador" a mantener sus usos en la semiclandestinidad, ya que de conocerse peligraría, entre otras cosas, su estabilidad laboral, ya que ningún "drogadicto" es de fiar. Por otra parte las conductas delictivas asociadas al uso de drogas aunque sean minoritarias son públicas, configurándose así y reforzándose el estereotipo de la percepción social. ¿Cómo pensar que un usuario de drogas en un puesto estable de trabajo se va a poner en evidencia con peligro para su situación? No parece haber salida.
El caso del "Síndrome de Abstinencia" por Heroína
Algunos especialistas que intervienen en la atención de drogodependientes "heroinómanos" (politoxicómanos normalmente) llaman la atención sobre la curiosa circunstancia de que jóvenes con un período de uso no demasiado prolongado, a dosis bajas de muy poca pureza, presenten cuadros muy espectaculares de síndrome de abstinencia, mientras otros con más años de uso y dosis más altas presentan cuadros más leves.
La causa hay que situarla en el hecho de que el "Mono" que pasan estos jóvenes no es consecuencia del grado de dependencia fisiológico, sino de la codificación cultural, muy eficaz, de un comportamiento que se liga a la carencia de heroína. No es por tanto un Síndrome de Abstinencia, en sentido estricto, situación poco frecuente por lo demás. Los dependientes con mayor experiencia, en cambio, más cogidos por la realidad de la dependencia, pasan por verdaderos síndromes, en general menos espectaculares y adecuados al nivel de uso y la pureza de la sustancia. (Comas, 1984).
Así incluso el uso de placebos para combatir eficazmente el "Mono" se ha generalizado.
Vemos, de nuevo como la percepción social equivocada se interfiere negativamente en el proceso real del uso de drogas, ya que el miedo al "Mono" sociocultural es uno de los mecanismos básicos para explicar la compulsión hacia la obtención de drogas e individuos que metabólicamente no están en una situación de dependencia.
Por otro lado tal percepción social se vehicula a través de la existencia real ,pero minoritaria de individuos con fuerte grado de dependencia y que a la supresión de la droga o drogas padecen síndromes de dependencia. ¿Cuál ha sido la vía deconfiguración? Los medios de comunicación. Sirva de ejemplo que antes de que existiera oferta de heroína en España (entre 1973 y 1975 es cuando aparece) los españoles habían visto ya varios "Monos" (en el cine o en TV.), así es explicable que un 85,8% de los españoles "sepa" que si se prueba la "droga" es "muy difícil dejarla".
IV. DEMANDAS DE LA SOCIEDAD, DEMANDAS SOCIALES Y DEMANDAS INDIVIDUALES
El conjunto de complejos culturales y de mecanismos sociales de conformación de hábitos, que constituyen la base etiológica y las características del fenómeno de las drogodependencias, se ha incorporado firmemente a nuestra realidad social y cultural. Tal incorporación implica que dicha realidad no es retroactiva, y pienso que, a corto y medio plazo, difícilmente modificable.
Las únicas modificaciones posibles se podrán mover exclusivamente en el campo de lo circunstancial, pero no en la base estructural.
Por otra parte el conjunto de personas involucradas de una forma u otra en el fenómeno se encontrarán afectadas de una manera u otra en el resto de su ciclo vital.
Ante tal perspectiva podremos plantearnos la cuestión de la futura demanda de servicios, partiendo por un lado de los servicios actualmente existentes, así como sus características y complejidad (Díaz de Quijano, et alt. 1985), y por otro lado el actual nivel de la demanda, que hacia la mitad de 1985 ha sido cifrada por responsables de la Administración entre 10 y 15.000 individuos (demanda de atención pura y personalizado pero que puede entenderse, como veremos, ampliada a la familia, y a una mínima reinserción). Pues bien, teniendo en cuenta que la media de la "carrera de drogodependiente" de los demandantes es, de acuerdo con la información disponible procedente de diversas comunidades terapéuticas y otros grupos de atención, de 4-6 años, y se trata de iniciados entre 1 978- 81, y que además hay que considerar:
1 .Los que entraron con posterioridad en la carrera.
2. La reducción en el número de años de solicitud de la intervención asistencial.
a) por la ampliación de la oferta asistencial.
b) por la influencia social de las asociaciones de ex-toxicómanos y otros afectados.
3. El discreto nivel de éxitos.
Es de suponer un creciente nivel de demanda de asistencia sobre el que podemos establecer la siguiente hipótesis:
1986 - 20.000 - 30.000
1987 - 30.000 - 50.000
1988 - 60.000 - 80.000
1989 - + 80.000
Lo que equivale a la existencia de un aparato asistencial, si no suficiente para la demanda esperada, al menos proporcional al de hoy en día existente en relación a la demanda actual, y además más complejo, ya que la propia atención generará otras demandas(por ejemplo en el campo de la reinserción y la formación) y aparecerán nuevas circunstancias como:
- La mayor extensión del período de "silencio toxicológico", de la cocaína.
- El esperable salto cualitativo de la problemática de las anfetaminas (no codificada aún culturalmente) pero de fuerte uso.
- El notable incremento de jóvenes bebedores que al llegar a adultos serán alcohólicos.
- La nueva conciencia de los peligros del tabaquismo y la necesidad de deshabituar a muchos ciudadanos.
Que hacen previsibles un crecimiento exponencial de la demanda, y por tanto de los servicios de atención ligados al fenómeno de las drogodependencias.
Pero ¿qué significa el término demanda? partiendo de la descripción de la percepción social del fenómeno comprobamos que la demanda significa atención, pero una atención muy concreta: atención médica, ya que una mayoría de la sociedad piensa que un individuo que prueba una droga ilegal es un enfermo, y por tanto debe ponerse en manos de los especialistas en curar. Tal actitud es mantenida también por los "drogodependientes recientes" que padecen "Monos" espectaculares.
Por tanto la demanda de la sociedad es sólo una demanda sanitaria, pero el punto de vista cambia radicalmente cuando la demanda procede de aquéllos sectores de la realidad que se encuentran en situación de síndrome de dependencia. Aquí la demanda es mínimamente sanitaria y se refiere casi exclusivamente a un tratamiento psicosocial, a terapias de recuperación y a reinserción, así como a demandas de prevención, éstas últimas surgidas casi exclusivamente de algunos sectores de la Administración y de los profesionales, y que si bien es fácilmente asumida, como concepto teórico positivo, por la sociedad, en sus expresiones concretas es hasta rechazada o ignorada como la atención psicosocial.
Entre las demandas sanitarias de la sociedad, y las psicosociales de los afectados, y las preventivas de los sectores más conscientes, y ante la previsible expansión del sector aparece una contradicción difícilmente resoluble.
Tal contradicción puede generar una dinámica de imprevisibles consecuencias, ya que el exceso de medicación puede exacerbar los problemas reales, y un correcto tratamiento psicosocial y preventivo (que podría combinar, centros urbanos con "centros de crisis" como los creados en Canadá, "centros de integración juvenil" como los existentes en México, grupos de voluntarios y objetores de conciencia en servicios sustitutivo, etc.,... con los modelos actualmente existentes) podría exasperar a una sociedad para la que "no se estaría haciendo nada".
El cuadro adjunto sintetiza cuanto vengo afirmando para su
mejor comprensión, delimitando al mismo tiempo el mapa conceptual en
el que la investigación sociológica debería moverse de
cara a un apoyo práctico y real a otros profesionales de la intervención.
Nuestra tarea consistiría en completar los datos de los distintos recuadros.
Ver Gráfico 1.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
Alvira, Francisca. Estudio del consumo de alcohol y otras drogas de los adolescentes españoles y de los factores que influyen en el mismo. Madrid. Dirección General de la Salud Pública, 1985.
Bunge, Mario. Racionalidad y realismo. Madrid. Alianza, 1985.
Comas Arnau, Domingo. "Las bases simbólicas de la concepción del uso de drogas como enfermedad". Donosti. III Congreso de Antropología del Estado Español, 1984.
Comas Arnau, Domingo (a). "Realidades y límites de la eficacia simbólica: el impacto del uso de alcohol sobre la conducta de la población en el núcleo urbano madrileño". Madrid. Primeras Jornadas de Antropología de Madrid, 1985.
Comas Arnau, Domingo. El uso de drogas en la juventud. Barcelona. Juventud y Sociedad, 1985.
Comas Arnau, Domingo (c). "Uso de drogas: del paradigma Lewiniano al nuevo rol de las expectativas simbólicas". Jano - diciembre 1985.
Díaz de Quijano, Santiago et alt. Los servicios de atención a toxicómanos. Madrid. Dirección General de Acción Social, 1985.
Galanter, Marc. Recent developmental in alcoholism (3 vols.). New York and London. Plenum Press, 1983-1985.
Glassner y Freedman. Sociología Clínica. México. CECSA, 1985.
Lazarsfeid, P.F. y Merton, R.K. "Comunicación de masas, gustos populares y acción social organizada". en M. de Moragas (Edit.). Sociología de la Comunicación de Masas. Barcelona. Gustavo Gili, 1985 (Vol. 11).
Lindblad, R.A. "Estudios sobres el movimiento de padres contra el uso indebido de drogas en los Estados Unidos de América". Boletín de Estupefacientes. Vol. XXXV, 3, 1985.
Navarro, José, et alt. (EDIS). El consumo de drogas en España. Madrid. Dirección General de Acción Social - Cruz Roja, 1985.
Quintanilla, M.A. A favor de la razón. Madrid. Taurus, 1981.
Saperas, Enric. La Sociología de la Comunicación de Masas en Estados Unidos. Barcelona. Ariel, 1985.
Vega, Amando. Los educadores ante las drogas. Madrid. Santillana, 1983.
Material adicional / Suplementary material
Tabla 1. Niveles reales de uso.
Tabla 2. Porcentajes entorno a las cifras de población con problemas psicosociales.
Gráfico 1. Esquema.